1. Memorias de un sacerdote


    Fecha: 21/08/2019, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    debajo de la sotana. Así, Marcela me dijo que en otra ocasión, el muchachito la invitó a su casa, para hacer la tarea, pero sin advertirle que sus padres no estaban. Ella nada sospechó y fue a su casa, solo para darse cuenta de que era una simple trampa, que no harían tal tarea y que el chico quería cogérsela. Yo hacía lo imposible por contener mi eyaculación cuando ella platicó que, para no hacerlo enojar, accedió a las caricias de rigor el besito en la boca, las caricias con as manos, pero que cada vez eran más atrevida, pues comenzó a pasar sus labios y lengua por el cuello y nuca, mientras sus manos lo mismo le daban ligeros apretones a sus pezones, que le masajeaba las nalgas y le hacía sentir su entrepierna, con un paquete bastante duro. La calentura llegó a donde tenía que llegar: la cama. La llevó hasta la recámara y con toda la delicadeza la fue desvistiendo hasta dejarla totalmente desnuda y casi al mismo tiempo él mismo se iba despojando también de sus prendas, aunque se quedó con un breve bikini que no ocultaba lo exitado de su falo. -"Me dolió cuando me la metió de un solo golpe, aunque la verdad es que mi vagina estaba tan mojada que el dolor fue apenas unos segundos, para dar paso a una sensación tan divina que no quería que eso acabara", confesó Marcela. Para agregar que "como los dos éramos principiantes, yo apenas tuve algo que ahora sé que era un orgasmo, cuando de su miembro comenzó a salir un líquido caientísimo que pronto inundó mi agujerito". -¿Qué ...
     penitencia merezco, tío?, preguntó. Yo, exitado al máximo y con mi verga totalmente endurecida, le ordené que se pusiera de pie y entrara a mi privadito. Al verme a mi frente a ella, con la sotana levantada y mi verga entera de fuera, se asustó quiso salirse, pero la detuve. De dije, mira, El Señor impone sanciones a quienes violan los códigos sociales y tú has cometido uno de los pecados más castigados. Para ser perdonada, le dije, tienes que hacer conmigo, que soy hijo del Señor, lo mismo que hiciste con tu novio. Y así, la hice que con sus dos manitas tomara mi vergota y comenzara a masajearle, primero con los dedos y luego con la punta de la lengua. No opuso ninguna resistencia luego la hizo que procediera a mamarla toda, pasando la lengua desde el agujerito del glande hasta la base, para luego meterse mis boas a la boda y chuparlas. Yo, a mi vez, con ambas manos le desabroché la blusa y el brasier, para dejar libres sus riquísimas tetas. Además le levanté la falda y, haciendo a un lado la tanguita, comencé a jugar con su panochita. Tuve que apagar a besos sus quejidos, pues de otro modo, los pocos feligreses que estaban en la Iglesia se hubieran dado cuenta de lo que ocurría en el confesionario. Así, mamando mi falo y las caricias de mis manos y dedos, Marcela tuvo un primer orgasmo que, luego me diría, nada parecido al que había tenido con su noviecillo. Suficientemente mojada de sus interiores, procedí a sentarla a horcajadas sobre mi endurecida verga. Un ligero quejido me ...