Última noche en Iguazú
Fecha: 15/08/2019,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... encantado. Ahí supe que ella decidió que íbamos a cojer, y mucho. "¿Y cómo empezaríamos?", preguntó. Debo haber dicho algunas pocas frases sobre caricias, besos y manos de cada uno en ciertos lugares del otro, la acaricié un poco, pero no duré mucho. Ella enseguida se levantó de la reposera, me dio su mano, y con su mejor tono de veterana guerrera me dijo "vamos arriba, pendejo". Luego le preguntó a Adriana si quería venir con nosotros; ella dudó (probablemente le haya dado pudor de casada), y Fer le comentó "bueno... cuando te decidas, ya sabés dónde estamos". Cruzamos el patio con mi mano izquierda agarrando bien fuerte sus nalgas. Nos frenamos en la pared al lado de la escalera y comenzamos a besarnos de la manera más bruta y mojada posible; un escándalo de manos frotando cualquier parte del cuerpo del otro, lenguas luchando la una con la otra por unos segundos. Subimos la escalera como pudimos, nos metimos en su habitación... y estaba otra de sus compañeras de pieza. A esa altura estábamos ya empezando a desvestirnos desde el pasillo, así que la chica no necesitó que le pidamos que se vaya. Nuestras miradas decían todo. En segundos nos terminamos de desnudar, mientras nos besábamos como si fuera la última vez, tal como habíamos hecho en la pared del patio. Al sacarle la musculosa roja y el corpiño de encaje rojo quedaron expuestas sus grandes tetas. Las agarré, las besé, las mordí, jugué mi lengua en sus pezones mientras la sentí gemir como una perra en celo. Ella se ...
... agachó, me sacó el boxer y lamió mi verga de una manera tan lenta y perversa que me hizo temblar. Enseguida se levantó, se dio vuelta, se inclinó, apoyó sus manos en la pared, miró hacia atrás y me dijo: -Ya sabés lo que me prometiste, pendejo. Me arrodillé, le lamí la concha varios segundos, a esa altura estaba mojadísima. Soltó un gemido que fue casi un grito. Le abrí el culo con las manos. Froté mi verga entre sus nalgas y dejó salir un suspiro. Acerqué mi cara a su zanja, metí mi nariz y aspiré muy fuerte ese olor a culo excitado, transpirado, caliente. Finalmente le enterré la lengua bien adentro y empecé a moverla en todas las direcciones posibles, para arriba, para abajo, izquierda, derecha y más profundo todavía. La muy putona estaba gozando como nunca. Saqué mi cara un segundo de su ojete y le ordené que sostenga su culo abierto con sus manos. Obedeció, y pude dedicar mis dedos a masturbarla, a masajear su clítoris, a chorrearme con sus fluidos, a hacer que el olor a concha caliente invada toda la habitación. Finalmente soltó un grito de orgasmo que debe habers escuchado hasta en la pileta. Ahí ella se dio vuelta, me ordenó que me pare, le hice caso y se metió mi poronga en la boca de un solo movimiento. Unas pocas chupadas después yo ya estaba acabándole en toda su cara de satisfacción. Cuando me pude recuperar, comencé a besarla de vuelta, mientras la masturbaba y le masajeaba las tetas. Ni un minuto pasó hasta que mi verga estuvo lista otra vez. La llevé a la cama, la ...