Los chicos de la comparsa
Fecha: 08/08/2019,
Categorías:
Dominación
Autor: diosapuerca, Fuente: CuentoRelatos
íbamos acorralando y desesperando todavía más, y aquellos era una discusión donde ellos no tenían ninguna calma y se desesperaban como locos y comenzaron a correr desesperados y sin sentido tratando de escaparse cosa que era inútil, ya que los corríamos y atrapábamos enseguida, comenzando allí una especie de cacería donde los corríamos y capturábamos, para amarrarles también los pies, dejándolos a cada uno atados de pies y manos para correr a los que aún no habíamos capturado, hasta capturarlos a todos. Nos insultaban y lloraban, nosotras nos reíamos a carcajadas y comenzamos todas a bailar burlonamente grotescas bailando brazos en alto en torno a ellos ya atados de pies y manos ahí todos juntos en un lugar done había pasto y se revolcaban desesperados. Así, en ese entorno, comenzamos a toda velocidad a prepararlo todo para empezar a inyectarlos, y aquellos chicos parecían enloquecer de la desesperación revolcándose y llorando y gritando como marranos, mientras una, riéndose, iba y los cosquilleaba toqueteándoles las bolas y el chorizo. Todo había allí pronto para inyectar: ampollas, jeringas, agujas... ¡todo! Lo aprontábamos todo con máxima rapidez y riéndonos, y ellos gritaban y lloraban revolcándose desesperados mientras nuestra amiga corría de uno en otro manoseándolos, y algunos se incorporaban como podían y comenzaban desesperadamente a tratar ridículamente de disparar de aquello, dando saltitos como ...
gorriones así con los pies amarraditos y las manitos atadas atrás. ¡Nos largábamos las carcajadas viéndolos ir dando saltitos así desnuditos y la verga saltándoles en cada saltito! Jajajaja! Uno a uno los agarramos y los fuimos sujetando para inyectarlos, y la desesperación de esos chicos era cosa de locura!!! Una ya sostenía la jeringa ya prontita... bien llenita... con la aguja ya prontita...y mientras tres o cuatro lo agarraban al que iba a ser inyectado, la que lo iba a inyectar, lo miraba con la morisqueta más burlona mirándolo y sacándole la lengua, para así... inyectarlo bien despacito... despacito... pasándole adentro, todo aquel calientacaballos. Y soltando todas las carcajadas, salíamos ya corriendo a capturar al siguiente, en medio de aquella locura desesperada de ellos que andaban dando saltitos por un lado y otro, llorando y gritando, sacudiendo la cabeza y suplicándonos piedad. Uno tras otro, corrieron la misma suerte. ¡Los siete! Y entre el tronar de nuestras femeninas carcajadas estridentes y los gritos de ellos que ya comenzaban a experimentar en sus cuerpos los primeros efectos de aquella droga, comenzaba allí una nueva etapa en aquella cosa donde las orgías... ahora irían a ser cosa como verdaderamente del mismísimo infierno erótico para ellos, y de alocada felicidad lujuriosa para todas nosotras. Ahora sí, la locura comenzaba a tocarles el timbre en la puerta de sus masculinos cuerpos! (Continuará).