Teresa (cuarta parte de Los amantas de Ana)
Fecha: 06/11/2017,
Categorías:
Confesiones
Infidelidad
Autor: Craso, Fuente: CuentoRelatos
... que me estremeciera mil veces, se notaba que era una mujer quien me estaba acariciando, pues sólo una mujer puede conocer a la perfección nuestra sensibilidad, me lamió los pezones poniéndomelos duros y me ofreció los suyos para que yo se los lamiera, lo hice como a mí me gustaría que me lo hicieran y teresa se derretía diciendo: “que rico”, “que linda y generosa”. Teresa se tumbó sobre mí aplastando sus pechos sobre los míos y su sexo sobre el mío, nos besamos las bocas apasionadamente y rodamos sobre la cama de un lado al otro, nuestras bocas chorreaban de placer y nuestros sexos cada vez estaban más inquietos buscando algo con que saciarlos. Una vez quedó Teresa tumbada en la cama boca arriba tomé toda la iniciativa y me cambié de posición buscando dar placer a su sexo con mi lengua y ofreciéndole el mío para que ella me lo diera a mí. El sexo de Teresa estaba recién y completamente depilado, me entretuve lamiendo y saboreando aquel sabor a mar, en cambio mi sexo no estaba completamente depilado, solo por la zona de las ingles y lo justo para que no sobresaliese el vello del bikini, Teresa dejaba de vez en cuando de lamerlo para decir cosas como: “que rico, hacía tiempo que no saboreaba un mejilloncito natural, con todas sus algas”. Llevábamos un buen rato devorándonos cuando Teresa me dijo: “Ana, si sigues así me voy a enamorar”; y eso es lo que me estaba ocurriendo a mí, me estaba enamorando de una mujer, de una mujer que me estaba dando un placer infinito. Seguimos ...
... lamiendo nuestros sexos como poseídas, hasta que llegamos al unísono a un poderoso orgasmo, porque parecía que los orgasmos de cada una se habían fundido en uno solo. Nos quitamos las vendas y sin ni siquiera mirar al espectador nos llevamos un buen tiempo tumbadas de lado juntando nuestros pechos, acariciándonos la cara, el pelo..., todo; y besando nuestros labios con la mayor de las ternuras. Al cabo de unos minutos nos interrumpió Mario diciendo: “oíd, estoy aquí”, “ha sido estremecedor, parece como si estuvieseis enamoradas”. Las dos nos echamos a reír. Mario nos pidió si podía agregarse al grupo y nosotras le dijimos que no a la vez, Teresa le invitó a marcharse un buen rato a tomarse una copa, invitación que aceptó relatando, porque lo que él quería, era meterse entre medio de nosotras; una vez se fue volvimos a devorarnos como si fuésemos dos leonas hambrientas. Tumbadas exhaustas, agarradas de la mano, Teresa me dijo que una de las cosas que más apreciaba era la sinceridad y que no quería comenzar una relación conmigo con ocultaciones y mentiras; yo no me imaginaba a que se estaba refiriendo. Empezó a hablarme de Mario, de cómo lo conoció y como se convirtió en una de sus amantes ocasionales, me contó que a Mario le gustaban los juegos sexuales de dominación pero que con ella no había podido tenerlos, dijo que a Mario le gustaba contarle los pormenores de todas sus aventuras sexuales, me contó, que le gustaba mantener relaciones con mujeres casadas porque les era más ...