1. Un adorable mastin


    Fecha: 15/06/2019, Categorías: Zoofilia Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    No es fácil estar divorciada y dejar de tener sexo casi dos años. Mi cuerpo, aún robusto y apetecible, pese a mis cincuenta años, pedía sexo a gritos. A falta de una buena polla, vivía masturbándome en la cama, en la ducha, en el baño de la oficina y hasta en el mismo jardín de mi casa, cuando tomaba sol desnuda los sábados por la tarde. Fue justamente un fin de semana, cuando me di cuenta que la solución a tanta calentura acumulada, estaba en casa. Roberto, mi ex-marido, pocos meses antes de divorciarnos y debido a que pasaba gran parte de su tiempo viajando por negocios, había comprado un enorme mastín color canela. Pese a ser cachorro, León - tal como lo habíamos apodado por su gran tamaño - inspiraba respeto y temor a cualquier desconocido; aunque en verdad, era demasiado dócil y juguetón. Roberto, como se mudó a un departamento, no se lo podía llevar, así que sin posibilidad de elegir, tuve que quedarme con León en casa. Hoy no me arrepiento de aquella decisión... Sucedió un sábado caluroso. Como era costumbre, desplegué mi toallón sobre la grama, apliqué un poco de protector solar a mi piel y me eché desnuda a disfrutar del agobiante sol de enero. A los pocos minutos, cuando estaba comenzando a dormitarme debido al relajante calor, una gran sombra se acercó a mí. Al principio me tomó por sorpresa, pero luego me tranquilicé al comprobar que era León, mi mastín, quien se acercaba juguetonamente. Con su enorme cabeza empujaba mi cuerpo, como invitándome a jugar con él. ...
    ... Giré, porque estaba de espaldas al sol, y allí con mi cabeza apoyada en la verde grama, a escasos centímetros del animal, tuve una visión espectacular que hasta el momento no había tomado recaudo: la gruesa y peluda verga de León; coronada en su base por un bulbo grande y redondo que, seguramente, acumulaba abundante leche virgen en cada uno de sus morados testículos. Como León seguía empujándome con su cabeza, un poco temerosa, aproveche mi posición para acariciarlo y jugar con él. Le pasé la mano acariciando el musculoso vientre y, poco a poco, acerqué mis dedos al mástil de carne de mi joven mastín. Una vez que pude asirlo delicadamente con mi mano, comencé a practicarle una suave paja, bajándole la piel despacio y descubriendo una punta roja carmesí que brillaba de humedad. A León parecía no disgustarle el suave masaje que le propinaba a su verga, ya que le crecía e hinchaba a ritmo desenfrenado, doblando en tamaño a cualquier polla humana que me hubiese devorado hasta la fecha. Ahora, un poco más cómoda debajo del animal, podía oler su sexo y quedaba fascinada por la vara roja de casi doce pulgadas que ya asomaba de su peludo capullo de piel. Esta situación terminó por humedecer totalmente mi raja, que a esta altura, manaba flujo caliente entre mis muslos. León seguramente olió que mi sexo se derramaba y, sin saberlo, me propinó una lengueteada de raja que me hizo llegar al orgasmo en menos de un minuto. Su larga y áspera lengua lamía mis grandes labios, los apartaba con ...
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