ESOS ERAN LOS LOBOS
Fecha: 12/06/2019,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: rafles69, Fuente: SexoSinTabues
Esta es una historia de los ochentas cuando yo era un chaval y la vida era color de rosa. No había preocupación por el futuro, por el trabajo o por la seguridad. El estrés no existía y la mejor música de la historia se tocaba en las discotecas. Yo trabajaba en un tianguis de fin de semana armando puestos de madera y uno que otro de metal. Era un experto colocando grandes lonas como si fuera un trabajador de circo. Tenía 12 años y empezaba mi educación secundaria. Era un buen alumno, un buen hijo y creo que un excelente amigo. Me daba tiempo para todo; para estudiar, para jugar beis bol, para trabajar y por supuesto para vagar con mis amigos por la hermosa ciudad en la que me tocó nacer. En el mercado trabajaba con chicos más grandes que yo de los cuales aprendí el arte de armar tiendas con unos cuantos palos, un rollo de cuerda y una tela. Podía subir árboles y postes para hacer los amarres marineros que sostendrían firmemente los puestos de los comerciantes que nos contrataban. Pelear era una de las menos agradables actividades de todo chaval en ese ambiente. Había cogido muchas mañas de los mayores y pocos chicos se metían conmigo pero nunca faltaba un abusivo o un nuevo retador. Siempre que se llegaba el momento de reñir los nervios me apretujaban el estomago y me daban ganas de huir, pero una vez iniciada la pelea me convertía en una fiera incontrolable. Sin embargo, esta historia no habla de mí sino de un par de hermanos mejor conocidos como “Los Lobos”. Estos chicos ...
... tendrían unos 22 y 21 años respectivamente. El mayor se llamaba Ricardo y era conocido como “El Rickys” el otro respondía al alias del “Geras” y se llamaba obviamente Gerardo. Físicamente eran muy semejantes: güeros, altos, atléticos, muy fuertes, tremendos para la trompada y muy aventados para cualquier situación en la que debieran proteger a un chico menor o más débil. Les gustaba tomar cerveza y comer tortas de carnitas y duros con salsa de jitomate mientras veían los juegos de beis bol en el parque cercano a nuestro lugar de trabajo. Eran inseparables. Nunca conocí a sus padres, tal vez eran huérfanos pero nunca me percaté de ese detalle. Los vagos solo nos conocíamos uno a otro, las familias no contaban. Todos los sábados se bañaban, peinaban y perfumaban para irse de colados a las fiestas de barrio en compañía de otros chavos de su edad. Yo no iba con ellos pues era un estorbo y además ni me llamaba la atención. Sobra decir que esas fiestas invariablemente terminaban en bronca y que no pocas veces ellos se veían involucrados. El domingo siguiente nos presumían las huellas de la batalla; ojos morados, rasguños y cortadas, moretones y puños descarapelados y carcomidos de tanto golpe bien atinado. Algunos fines de semana “Los Lobos” atendían el negocio de Don Pascual, un viejo rico y déspota que se creía dueño del tianguis porque su puesto era el más grande de todos. Vendía ropa usada que le enviaba un hermano de Estados Unidos. Nadie se dedicaba a ese ramo en aquel tiempo ...