1. La vegana despreciada


    Fecha: 05/05/2019, Categorías: Humor sexual Masturbación Voyerismo Autor: josuecali, Fuente: xHamster

    Me inscribí en el gimnasio porque necesitaba elevar mi autoestima, ¿saben?, mejorar mi presentación física, porque, a pesar de considerarme una buena persona, relativamente joven, de 27 años, un trabajo estable, un carro seminuevo y con expectativas de mejorar económicamente, en las noches me inundaba la sensación de necesitar algo íntimo, sin recurrir a las putas ni a los tables porque no son mi ambientes, no me siento a gusto en esos lugares, soy demasiado tímido debido a mi apariencia, por eso, decía, me inscribí en el gimnasio, y pensar, quizá, algún día poder acercarme a una muchacha linda y comenzar una plática, invitarla a salir, lo usual, hacerme de una novia, sobre todo porque, hacía poco, cuando salí a rentar películas, antes de pasar al Wal-Mart a comprar toda una dotación de carbohidratos y comida frita, ví a una preciosura en el mostrador del Blockbuster que hizo que se me acelerara el corazón. No lo digo de manera romántica, sino que me impresionó mucho y sé que de tener un poco de valor, y unos veinte kilos menos, le hubiera podido siquiera sonreír, hablarle, decirle algo, ¡maldita sea!, y me limité, como siempre, a ser amable, pagar, subirme los lentes a cada rato, e irme. Llegué una mañana al gimnasio con ropa deportiva y mis gafas, una maleta con una toalla, una botella de agua, una barra de granola energética y chocolates para zampármelos saliendo como recompensa. Veía los posters de las modelos que estaban sobre los espejos del gimansio y pensaba, algún ...
     día una mujer así saldrá conmigo. Son muy motivadores esos posters. Me subí veinte minutos a la caminadora y mientras veía a las mujeres que iban a ejercitarse, la mayoría bellas, sanas, sonrientes, amables, como si fueran una comunidad a parte y el gimnasio fuera su templo. Señoras que iban después de dar de desayunar a sus maridos y llevar a sus hijos al colegio llegaban en sus camionetas SUV, con cuerpos de infarto, muchachas que pasaban antes de irse a la universidad, recepcionistas de bancos, no importaba a qué se dedicaran, todas me encantaban. Es lo que ocurre cuando tienes el autoestima bajo cero. Los hombres generan en lso gimnasios una especie de camaradería con la que me sentí cómodo, porque todos iban con la misma disposición de mejorar sus cuerpos, estábamos de acuerdo en que el objetivo eran las mujeres, llegarles por su lado instintivo, lo físico. De tal manera, los primeros días conocí a la mayoría de quienes iban con frecuencia, que eran, como dije, mayormente mujeres, y algunos hombres que me decían cómo acomodar las máquinas, cuáles eran las mejores técnicas para ejercitarse, las dietas, en fin, la mejor camaradería. Saliendo del gimnasio, después de ver tantas sonrisas, la música que ponían tan electrizante y vivificante, me hacían sentir genial, podía irme a trabajar cargado de batería y regresar por la noche a mi departamento, cansado, para cenar, ver algo en la tele, ducharme y tener dulces sueños pensando en las mujeres que vería al día siguiente. Por ...
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