Fidelidad
Fecha: 25/04/2019,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... atinaba a decir nada. Me chupé el dedo índice como había visto hacerlo una vez en una película, y luego me humedecí lentamente ambos pezones con mi propia saliva. - Señora - dijo el viejo tratando de mantener inconmovible la voz -, le voy a tener que pedir que se retire de mi casa. - Es que todavía no ha visto nada - contesté. Me quité las bragas remangándome la pollera y, ante el asombro del jefe de mi marido, abrí las piernas dejando ver la abertura de mi sexo en todo detalle; con dos dedos ayudé a que se percibiera un inflamado y húmedo clítoris como consecuencia de la penetración de mi sobrino momentos antes. Pero, por más que insistía en provocar al viejo, sólo conseguía que a este le viniera un color morado en todo el rostro sin atinar a pronunciar mas palabras. Me arrimé desprendiéndole la bata, tras la cual se asomó una gran barriga cubierta de una anticuada camisilla, y sobre unos calzoncillos gigantes de tela con rombos rojos estampados. Con dificultad, saqué un diminuto miembro completamente flácido, que introduje en la boca sin que el hombre me lo impidiera. Mientras succionaba animadamente, observé que el sexagenario se quitaba los lentes y buscaba apoyo en la mesa. Por fin conseguí que aquel pene tomara cierta vida. Me divirtió observarle cerrar los ojos y gemir; y viendo que, lo tenía completamente a su merced, lamí con pasión la glande que cambiaba todo el tiempo de tamaño; sabía lo que un hombre esperaba de una mujer, y aunque durante muchos años había ...
... contado con uno sólo para poner en práctica mis conocimientos, reconocía al sexo opuesto como salido de un mismo molde de fantasías y delectación. Pero aquel individuo era demasiado añoso; sus ganas iban más lejos de lo que su cuerpo respondía; no creía poder hacerlo llegar así a un orgasmo por lo cual, incorporándome, le sonreí dispuesta a emplear otra estrategia. Apoyé el torso sobre la mesa dejándole el trasero desnudo y expuesto ante los ojos del viejo que titubeó ante aquel espectáculo. - ¿Qué debo hacer? - preguntó inseguro, pero deseando la respuesta que, sabía, iba a obtener. - Ahora por detrás - dije, colocando ambas manos hacia atrás y sobre las nalgas, que se le presentaban redondas y provocativas; por la frente del hombre corrió una gota de sudor que secó con una de sus mangas. Arrimó su pene un poco flácido a aquella entrada; sintió el contacto del ano, y empezó a refregarlo para lograr la suficiente dureza. Los gemidos intencionales que hice lo animaron, logrando la suficiente erección para intentarlo. Empujó lentamente, pero sólo logró que se le doblara sin cumplir con su cometido, por lo cual se inclinó sobre la mí buscando con las manos los senos para estimularse aún más. Le acomodé el miembro otra vez en aquella estrecha abertura; no había nada en el mundo que el viejo deseara más en ese momento y, preso de la impaciencia, empujó con más brusquedad. Le auxilié dilatándome lo más que pude, y finalmente, la cresta pudo entrar algún centímetro sin que pudiera evitar ...