1. Fidelidad


    Fecha: 25/04/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... quitarle la camisa y bajarle los pantalones. Al agacharme para deslizarle la ropa interior, le saltó frente a mi cara un pene completamente erecto y palpitante. Sentí, otra vez, mientras colocaba al muchacho de espaldas en el piso, la misma emocionante sensación de trasgresión que había experimentado con Federico. Excitada, ya húmeda, me dejé caer en cuclillas sobre el miembro empinado de mi sobrino que ahora se animaba a acariciarme los pechos; y podía percibir en el joven la mirada de placer que iba sustituyendo a la de sorpresa. A mí también me sorprendía mi propio deleite por el morbo de la situación, y no recordaba otro momento que me hubiera hecho correr tan rápido los jugos vaginales. En aquella posición, orgullosa después de tanto tiempo de mi poder femenino, reivindicaba mi cuerpo con embates, introduciéndome el falo del muchacho hasta mis entrañas. Ramiro intentó contener unos instantes la eyaculación; pero terminó inundando rápidamente mis conductos y, al sentir el cálido líquido por dentro, me retorcí también en un placentero orgasmo. Me sentí en aquel instante dueña de mi vida y mi éxtasis. - Jorge debería estar orgulloso de tener un sobrino tan viril - le dije a Ramiro con una sonrisa mientras me vestía. No quería perder la oportunidad de también visitar al jefe de Jorge. Sabía, gracias a la oportunidad de haber concurrido una vez a una cena, la dirección del veterano y gordo solterón que le causaba tantas angustias a mi esposo; también estaba segura de ...
    ... encontrarlo en su domicilio, donde lo imaginaba frente a un televisor, mientras una cocinera preparaba la gula de su enorme barriga, y sus empleados se afanaban con la esperanza de un pequeño aumento salarial para el mes entrante. Comprobé mis ideas al ser atendida por él mismo; el viejo me recibió en bata y con un gesto duro e interrogante; pero reconociéndome de inmediato. - ¿Algún problema con su esposo? - me inquirió sin saludar. - Sí - sonreí -; si me permite pasar le explico. El hombre me contempló sin entender; no le gustaban las visitas inoportunas por las mañanas; pero también sentía curiosidad, le complacía desentrañar cualquier situación que se le presentara imprevistamente; se ajustó el cinto de tela y me hizo pasar al amplio comedor que estaba más allá de un angosto pasillo. Me cercioré, mirando a todos lados, de que estuviera solo, como efectivamente comprobé al encontrarme con una mesa revuelta con un desayuno sin recoger. - Felisa recoge el desayuno sobre el mediodía; cuando llega - se disculpó el veterano al ver que contemplaba la mesa; esto también sirvió para confirmar las sospechas. - No importa - sonreí sentándose insolentemente y sin ser invitada en uno de los sillones que había allí. - Explíqueme a qué se debe su visita - se apuró a interrogar él. Yo, sin más, me bajé los breteles de mi vestido dejándome los dos pechos al descubierto; sonreía con picardía viendo la cara de sorpresa del viejo, que se apuró a colocarse unas gafas que extrajo de un bolsillo, y no ...