1. Ojos que no ven...


    Fecha: 05/03/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... esfínter casi no dejaba salir aquel glande bienhechor, mientras por mis muslos resbalaban sus jugos y los míos. Sé, también que, después de que Giuseppe me penetrase por al ano, Darío también lo hizo y que aquel rito de desfloración se repitió. Sé que, luego, ambos se echaron a mi lado, en la cama, exhaustos y que, con caricias mil, me hicieron comprender que, ahora, yo tenía que hacer el milagro de la resurreción de sus penes. Se los lamí largo tiempo, a ambos, mis amantes, yendo de un pene al otro alternativamente. Sus penes eran diferentes, de lo cual sólo ahora tomaba conciencia. El de Giuseppe era bastante largo y ligeramente curvo, con un glande en punta, como hecho para desflorar vírgenes. Darío lo tenía aún más largo y grueso, lleno de venitas, con un glande redondo y hermoso como una manzana en primavera. Ninguno de los debía medir menos de veintitrés o veinticuatro centímetros completamente erectos. Seguí chupando como una loca, hasta que ambos reventaron en una verdadera ducha ardiente que me cubrió toda: cara, boca, tetas y piernas. Estaba bañada en el semen de estos dos toros jóvenes. Pasada esta erupción ...
    ... suprema, procedí a lamerles los miembros hasta dejarlos limpios y tibios, como dos bebés recién nacidos. – Casi amanecía cuando nos quedamos dormidos, exhaustos y satisfechos. Al día siguiente, me desperté poco a poco y me vi con los dos machos en mi habitación. Poco a poco, ellos también fueron despertando. Hicimos un poco de sexo antes de preparar nuestro desayuno. Me pegaron un polvo en el que se turnaban para darme unas cuantas embestidas desde atrás, de manera que llegó un momento en que no sabía cual de ambas vergas estaba en mi agujero. Fue de lo más estimulante. Estuvimos cogiendo cerca de cuatro horas, tiempo en el que se dieron el gusto de volver a encularme y correrse en mi boca. Los llevé hasta la carretera y luego de una despedida llena de besos y caricias, quedamos en volver a encontrarnos. Desde entonces, los he vuelto a ver varias veces, siempre en la casa de playa, y hemos podido gozar todo el tiempo que hemos querido, sin apremios porque viene mi marido o porque ellos tengan que marcharse. Julián no sospecha nada y planeo mantenerlo así. Bien dice el dicho: "ojos que no ven, corazón que no siente". Maria Eugenia 
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