1. Heil mama (Cap. 6)


    Fecha: 18/02/2019, Categorías: Incesto Anal Autor: DocJoliday, Fuente: CuentoRelatos

    ... compraré un helado. Desesperado por su actitud, la solté y volví a sentarme en la cama. Definitivamente estaba como una cabra. Cada vez se parecía menos a la tita Merche que yo conocía desde pequeño y estaba convirtiendo nuestra incestuosa relación en algo más peligroso de lo que ya era. A lo mejor su marido se había divorciado de ella por eso, porque era una puta loca que perdía el control cuando estaba cachonda, lo cual al parecer era casi siempre. Pero tenía otros problemas de los que preocuparme. Traté de ignorarla y terminé de vestirme. —¿Vas a salir? —preguntó Merche. —Sí, voy a ver a mis amigos. —¿Y lo de ir a mi piso? ¿Has cambiado de idea? —Sí... No sé, ya veremos. —Muy bonito. Follamos un par de veces y ya me dejas plantada para salir con tus amigotes. ¿Es que estamos casados y no me he enterado? —Si estamos casados prepárate para tu segundo divorcio. —¡Ja! Muy gracioso. —Me miró con los brazos cruzados. Sonreía, pero podía ver en sus ojos marrones que no estaba de buen humor —. Mira, yo voy a ir a mi piso de todas formas. Tengo que coger algunas cosas. Si vas estaré allí, y si no pues que te den. —Yo también te quiero, tita. —Hasta luego, imbécil. Salió de la habitación y no pude evitar sonreír. Podría salir a la calle y ligarse a un tío en cinco minutos, pero se moría de ganas por follar conmigo, su sobrino. La verdad es que la idea de estar a solas con ella en su piso me tentaba. Podría hacerle lo que quisiera sin preocuparme de que su hermana nos escuchase. ...
    ... Pero tenía asuntos más urgentes de los que ocuparme. Llegué al parque y allí estaban mis tres colegas. Por un momento pensé en darles la dirección de mi tía Merche en el centro, para que fuesen allí y le diesen caña como habían hecho en la furgoneta, pero no quería arriesgarme a que a ella no le gustase la idea y llamase a la policía o algo parecido. Los saludé y fui directo al grano. —Ya se quien es el negro —dije. —¿Qué negro? —preguntó Román. Me dolió un poco que nuestro líder se hubiese olvidado tan pronto del asunto. —Pues el negro del otro día en el callejón, el del chándal gris —expliqué, casi a gritos. —Ah, sí. Es el nuevo párroco. Josué, creo que se llama —dijo Chechu, como si nada. —¿Te estás quedando conmigo? ¿Es que ya lo sabías? —Me enteré ayer, pero como no apareciste en todo el día no te lo pude decir. —No me extraña que no salga, con esa tía tan maciza en casa. Debe estar todo el día metiéndole el rabo —dijo Fonso, con su retorcida sonrisa de sádico. Obviamente se refería a mi tía Merche, a quien me había cepillado por primera vez delante de ellos, pero yo estaba tan alterado que por un momento pensé que se refería a mi madre. Me abalancé sobre él y le agarré del cuello, mirándolo con mis ojos de loco, azules y saltones. Fonso era un poco más alto, pero yo era más fuerte y podía machacarlo. Aun así no se inmutó. Chechu nos separó como si fuésemos dos niños en el recreo. —¡Eh! Tranquilo, joder —dijo Román, con autoridad — ¿Qué coño te pasa, Paco? —Nada... Pensaba ...
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