Placer
Fecha: 25/11/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
... estaba buena, se había vestido para su marido, con un conjunto de ropa interior negro, transparente, con ligueros que salían de la misma braga. Parecía una puta de lujo. No se lo quise quitar. La miré fijamente, asiendo de los elásticos, así que me preguntó: -¿Te gustan? –Asentí. Jadeando respondió: –A Sebas le encantan, me lo había puesto para él. Pero lo vas a disfrutar tú. -La vi tan desbocada que me lancé, besándola mientras le decía pareces una puta de lujo. Me metió la lengua hasta la campanilla hasta que necesitó respirar. Entonces me miró a los ojos, agarrándome la polla por dentro del bóxer avisándome antes de arrodillarse. –Hoy seré tu puta de lujo. Tuve que detenerla a los dos minutos para no correrme. ¡Joder con la mujer de mi jefe! Me iba a exprimir el alma. La levanté tirando de sus hombros para reanudar los besos, sucios y babosos. La así de las caderas para que sus piernas rodearan mi cintura, clavando mi hombría en su pubis aún protegido por la blonda oscura. Caminé hacia el comedor, donde la dejé caer sobre el sofá de dos piezas en que suelo descansar. Pero me puse a trabajar. Me arrodillé entre sus piernas, aparté la tela que cubría su corazón herido y me lo comí. Tal vez no le puse el ansia que ella había mostrado, pero me alimenté con apetito, llevándola a un virulento orgasmo que la tensó primero para dejarla desfallecida unos instantes. -¡Dios, cómo lo necesitaba! –exclamó mirándome agradecida. Yo seguía entre sus piernas, lamiendo la cara interna de ...
... sus muslos, besando sus ingles. Alargó la mano para agarrarme la polla, tirando de mi cuerpo para encajarnos. Ella misma la colocó en la entrada de su feminidad mientras apartaba el tanga, mirándome felinamente. Espera, me pongo un condón, la avisé. Llevo un DIU, respondió, no hace falta. Entré. Sin violencia pero con determinación, llenándola, mientras su cuerpo se arqueaba ofreciéndome aquel par de mamas que aún no había visto. Me lancé a por ellas, apartando la tela que las escondía, mientras Nora volvía a gemir con fuerza. Mis labios sorbían, mis brazos la acercaban, mi pene la horadaba. Entonces empezó el concierto. Jódete cabrón, jódete cabrón. Fue culminante, pero inseminada seguí percutiendo hasta que ella también llegó, gritándole a su cornudo marido. Aunque la despedida fue cariñosa, no hubo promesas ni compromisos. Ella se había tomado una venganza que necesitaba, de la que no mostró el menor arrepentimiento, mientras yo había aprovechado la ocasión. No sólo me había tirado a una mujer que estaba buena, había puesto una pica en la cabeza del hijo puta que al día siguiente me pegó una bronca monumental por una nimiedad que no viene al caso. Pero no me cayó mal. Incluso tuve que reprimir una sonrisa de soberbia mientras me repetía jódete cabrón, jódete cabrón. Cuatro días después me llamó. Directamente al despacho, a mi número directo pues no nos habíamos dado los móviles. Estaré sola de tres a cinco. ¿Por qué no vienes? Me dio las señas y allí me encaminé, en un acto ...