Mis mujeres (1): Dora
Fecha: 10/10/2017,
Categorías:
Confesiones
Dominación
Autor: zitro1, Fuente: CuentoRelatos
... frotamiento. Yo no sabía qué hacer, sudaba. Dije al fin - tengo fiebre. - Solo unas décimas -contesto- Me recuerda cuando hace años jugábamos a médicos, tú eras casi siempre nuestro enfermo y nosotras las doctoras te curábamos. Puso la palma de la mano sobre mi frente como para reafirmar la posibilidad de fiebre que se acompañó de un suave beso de sus labios en el cuello. Aquello aun me hizo empalmar más aún, no podía soportar más y sin quererlo deseaba salir aquella situación, esperando que ella se fuera. - Que tonto eres, me susurro en el oído, creo sospechar que tienes otra clase de fiebre. Sentí una vergüenza insoportable. ¿Qué hacer? Pero fue ella la que, como la cosa más natural del mundo, sonriéndome y clavando sus ojos en los míos, pasó la mano bajo las sabanas y empezó a acariciarme el bulto de debajo del pantalón del pijama. - Percibo que estas muy enfermo. - Tú crees – respondí balbuceando. Se acomodó en la cama, sin soltarme la polla y sin dejar de sonreír, tomó mi mano y la colocó bajo su bata. - Tócame, tócame - me pidió. Llevaba el camisón debajo de la bata, sus muslos me apretaban la mano. Notaba la frescura de esa carne - ¿Sabes que eres un sinvergüenza? ¡Ah!, qué primo tan sinvergüenza tengo...- Sigue más arriba por favor... Y lo hice. No sé, no lo supe entonces, qué sentí. Miedo, fascinación, vértigo pero una sensación de gusto extraordinaria y algo en el estómago como una angustia. Mientras yo la acariciaba y ella abría cada vez más las piernas alcance la ...
... tela de la braguita, había calor y estaba húmedo. De golpe se incorporó colocándose de pie sobre la cama, estaba entre sus piernas, se desabrochó del todo la bata lanzándola al suelo y se subió el camisón. Apareció entre sus muslos el triángulo obscuro de la braguita y algunos pelos saliendo por las ingles, con su mano acompaño la mía para acariciarse, la braguita estaba mojada. - Eres un sinvergüenza - repetía, mientras suspiraba y se colocaba casi de rodillas sobre mí. Entonces aparto del todo la ropa de la cama y bajándome los pantalones del pijama me sacó la polla. - Qué grande la tienes - dijo, y se sonrojó. - La tienes de tío, qué barbaridad como te ha crecido desde aquellos juegos infantiles. Yo no sabía qué decir. Seguía mirando como hipnotizado aquel punto que lo concentraba todo bajo el triángulo de aquella braguita. Mi prima empezó a meneármela y no tardé ni siete movimientos de su mano en correrme. Volví a sentirme avergonzado, mi leche caía por los dedos de su mano. Ella se echó a reír. - Anda que... qué pronto te vas. Quise levantarme, que me tragase la tierra. No pensaba sino en salir de aquella habitación, esconderme, no ver nunca más a mi prima, huir. Pero ella se limpió la mano en su camisón, mirándome y creo que había ternura en sus ojos, me dijo: - No seas tonto. Eso pasa. Ven. Ven - . Me abrazó, me besó en los ojos y en la cara. - Creo que tú ya sabes ¿no? No tengas vergüenza, no seas idiota. Si tú te has corrido, ya estarás tranquilo, ¿no? Pero yo estoy ...