Y una noche llegó borracho...
Fecha: 06/10/2017,
Categorías:
Fetichismo
Sexo con Maduras
Tabú
Autor: montgomeryburns_69, Fuente: xHamster
... celular pero jamás imaginé que el tamaño de su pija era tan anormal hasta que lo vi con mis propios ojos, en persona, a escasa distancia mía.Parada, me apoyé en el marco de la puerta al pasillo y continué viéndolo. Me causaba curiosidad todo lo que estaba pasando. Él, su vergón, saber que yo estaba haciendo mal tanto como él. Lo iluminaba la cambiante imagen de la televisión, que se ponía más oscura o clara según cambiaban las imágenes. No pasó mucho tiempo, supongo unos pocos minutos, y despertó en mi temor que su padre o alguno de sus hermanos se despertaran y lo vieran. A esa hora de la mad**gada era casi imposible, jamás se despertaban para nada y, pensaba, en última instancia oiría a alguien bajar de algunos de los dormitorios del primer piso.Admito no haber estado teniendo demasiado conciencia de todo, y haberme dejado llevar por lo que sucedía.Me senté en el sillón, junto a él. Despacio, sin hablar y haciendo el menor ruido posible. Quería ver su pija más de cerca. A medida que me acercaba creía aún más de tamaño. Tanto que mi respiración se agitaba a cada paso que tomaba hasta que logré mi cometido. Permanecí sentada junto a él por algunos minutos, observando como seguía pajeándose, murmurando, esbozando pequeños gemidos de satisfacción por lo que hacía. Me sentí una pervertida, viendo como ese adolescente, que no era mi hijo, pero a quien debía cuidar como tal, me estaba acelerando el ritmo cardíaco y estaba comenzando a lograr que cometa pecados incontables.La ...
... curiosidad, la aventura, el morbo me jugaron una mala pasada y ofrecí, sin preguntar ni realmente consultar, dar una mano. Sentada junto a él, extendí mi mano y lo hice que parara. Levantó con dificultad su cabeza y atinó a mirarme, con ojos totalmente perdidos. Su estado de ebriedad no le permitía reconocer quien era yo o se había dado cuenta pero no le importaba. Esa misma mano que frenaba lo que sucedía, se ocupó de darle continuidad a lo que él había comenzado: empecé a masturbarlo.Le agarré el pene con la mano entera, con extrema delicadeza, y me percaté que o bien yo tenía manos pequeñas o su pija era demasiado grande: Estaba muy endurecida, con venas bombeando sangre a mil por hora formando un relieve que no dejaban dudas de que estaba sumamente excitando. Con la misma suavidad que le tomé el pene, comencé a subir y bajar la mano, en un largo recorrido entre la base y el glande. Lo hice con timidez al principio, probando su reacción, esperando que me dijera que me fuera o me increpara por mi acción. Nunca lo hizo y así continué.Lo estaba masturbando en lo que era, sin ninguna duda, la pija más grande que jamás había visto o tocado. Y él sólo es un niño para mí. Extrañamente sentí que hacía lo que hacía en calidad no de madre sino de tutora; extendiéndole una mano en un momento de manifiesta necesidad, con ternura, convicción, refinamiento y una mutua y silenciosa aceptación de hacer y dejar hacer. Era un momento, nuestro momento. Ni amantes, ni parientes. Hombre y ...