1. Los perturbadores mensajes de mi hermana (parte II)


    Fecha: 29/08/2018, Categorías: Incesto Infidelidad Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos

    ... impúdicos propósitos. Yo estaba convencido de que ese era el único sostén de la fraudulenta fachada angelical de mi hermana, de sus aparentes alas blancas. Pero no quería partir sin despedirme de mi otra hermana: la indecente, la puta incestuosa que me había calentado la pija en las narices mismas de su marido; y precisamente así era como iba a despedirme de la zorra: delante los mismísimos ojos de Ernesto. Entonces tomé mi celular y le envié el siguiente mensaje: “Adiós putita hermosa, voy a volver a visitarte pronto y te voy a dar la culeada de tu vida. Pensá en cómo deshacerte del cornudo de tu marido” Luego la observé con ansiosa curiosidad: quería ver a la puta solapada rompiendo su puritana coraza exterior y escribiendo la concupiscente respuesta; pero ella no tomó su teléfono. Su omisión no me sorprendió; después de todo, era lógico que lo tuviera en modo silencioso. Ya tendría tiempo para responderme más tarde, cuando estuviera fuera del rango visual de su inoportuno esposo. Instantes antes de abordar el tren, rubriqué mi despedida con una última ronda de ceremoniales saludos. Allí me fundí en un último abrazo con mi querida Vale, lo que me sirvió de excusa para apartarla unos metros de su marido y susurrarle al oído: –Te envié un mensaje. Ella me miró algo sorprendida: –¿Un mensaje? –me dijo. Yo asentí con mi cabeza en forma temerosa, como presintiendo algo terrible. Ella me contestó con una blanca sonrisa: –¡Ah!… Ernesto tiene mi cel... Tras decirme esto, le ...
    ... pidió con urgencia el teléfono a su esposo. Éste caminó unos pasos y se lo entregó –no tuve el valor para mirarlo a los ojos, aunque su actitud indiferente me hizo suponer que no había visto el mensaje–. Completamente congelado, observé cómo mi hermana chequeaba la bandeja de entrada de su cel. Fueron unos segundos eternos hasta que ella volvió a hablarme con tono risueño, alternando su mirada entre la pantalla del celular, su marido y yo: –Últimamente lo usa más que yo; lo tiene casi todo el tiempo. Yo le pregunto si es para controlarme; si tiene miedo que le mande mensajitos a algún amante, jaja. Pero, si es por mí, se lo regalo. Ya sabés de mi aversión a estos aparatitos, jiji. Che, no tengo mensajes nuevos –me comentó luego, extrañada– quizá te equivocaste de contacto. ¿Qué me querías decir? Todavía estás acá, podés decírmelo personalmente –me dijo sonriendo. Entonces giré lentamente mi cabeza hasta hacer contacto visual con Ernesto. Sus ojos me estaban esperando y, cuando se cruzaron con los míos, una sonrisa diabólica se dibujó en su rostro. Unos dientes que parecían afilados colmillos relucieron en la oscura claridad del mediodía. Yo, con unos ojos enormes que terminaban de comprenderlo todo, volví a mirar a mi hermana y le respondí con voz apagada: –Nada importante… bobadas. Completamente aturdido, agaché mi cabeza y corrí por el andén hasta la puerta de abordaje al tren. Una semana antes mi maleta me había perseguido a los saltos hasta recibir el cálido cobijo de mi ...
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