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Parte 6 Fluidos compartidos
Fecha: 12/10/2025, Categorías: Gays Autor: nonoyrocio, Fuente: TodoRelatos
Parte 6: “Fluidos compartidos” Seguía encima de María, sintiendo cómo su rabo seguía dentro de mí, caliente, firme, acariciándome por dentro con cada movimiento de mis caderas. Estaba completamente abierto, entregado, y entonces… lo sentí. Una sombra cerca. El chico rubio. Se acercó sin decir una palabra, con esa polla de más de 22 centímetros palpitando frente a nosotros. La puso justo en medio, entre mi abdomen y el torso de María, como si supiera perfectamente lo que quería. María sonrió, le lanzó una mirada cómplice, y con su mano libre la sujetó por la base, apuntándola hacia mí. —Vamos, Robert… saborealo con nosotros… Me incliné hacia adelante y empecé a lamerle el glande, mezclando saliva, sudor y el ritmo lento que aún mantenía cabalgando a María. Sentía la polla de la chica trans empujando desde abajo, profunda, y al mismo tiempo mi lengua recogía las primeras gotas dulces del chico. Era una sinfonía de fluidos, de pieles sudadas, de vicio sin límites. María se unió. Con su lengua empezó a lamer junto a mí, los dos metiéndonos el rabo del chaval en la boca, turnándonos. Él jadeaba en silencio, con los ojos cerrados, dejando que se la trabajáramos juntos. El calor de sus huevos rozaba mi pecho, el leve temblor de sus piernas mostraba que estaba al borde. —Eso es… —murmuró María mientras me miraba con ...
... deseo sucio—. Compartilo conmigo… gemí, Robert, gemí bien alto… Yo no podía más. La mezcla de su polla dentro de mí, la del otro chico entre los dos, sus sabores mezclados con saliva caliente… me tenían flotando. Y entonces miré hacia el lado. La escena era cada vez más salvaje. El hombre de unos 40, arrodillado frente al otro chico de 27, lo mamaba con entrega total. Le sujetaba el culo, se lo comía como un perro hambriento, tragándoselo entero. El chico lo agarraba de la nuca y gemía con la cabeza hacia atrás, mientras el cuerpo se le tensaba. A unos metros, vi algo que me dejó aún más turbado. La morena, la del principio, se había hecho cargo del orgasmo de su chico. Él ya no estaba. Se había corrido en su boca y se había ido sin decir una palabra. Ella, con la cara brillante y el maquillaje un poco corrido, simplemente se relamía los labios, como si eso la hubiera puesto aún más cachonda. Estábamos todos conectados. Como un ritual secreto en las dunas. Piel con piel. Rabo con rabo. Boca con boca. Y yo ahí, montado sobre María, con el cuerpo invadido de placer, sintiéndome cada vez más perra, más sucio, más libre. María me apretó el culo fuerte. —No te bajes, Robert… quiero que te corras con mi polla dentro… y con la de él manchándote la cara. Y yo, jadeando, sabía que no iba a aguantar mucho más.
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