El amigo invisible
Fecha: 21/09/2017,
Categorías:
Masturbación
Autor: amanuense, Fuente: xHamster
... dedos fueron a parar a sus labios. Los sentía ardiendo y necesitaba refrescarse. Dejó caer sus párpados, y con los ojos cerrados volvió a empujar su regalo contra su cuerpo. Lo movía entre sus muslos, también ayudándose de las manos. Sin orden ni concierto, en gestos no estudiados, simplemente lo movía. Quería seguir sintiendo ese roce duro contra sus labios vaginales y aquellos dos bultitos que asemejaban a los testículos clavándosele en el trasero. Quería seguir sintiendo el nacimiento del placer.Sus manos abandonaron el objeto apoyado en su pubis, y ascendieron por su cuerpo. Se apretó los senos. Los apretó y dejó escapar un suspiro. Buscando un mayor contacto, una de sus manos se coló bajo sus ropas. Subió por un vientre que sentía arder y llegó a su pecho. Pellizcó y estrujó sus pezones. Su cabeza inició un movimiento hacia atrás que acabó acompañado de un gemido. Aunque renegase de ello, lo necesitaba. Su cerebro le podía decir que era una tonta por haberse puesto así la noche anterior; o por el contrario gritarle que aquello no estaba bien, pero en esas circunstancias su mente estaba completamente en blanco, solamente era capaz de sentir. Y sentía calor, y placer, y deseo, y todo nacía en el mismo lugar y se irradiaba por todo su ser. La mano que tenía libre buscó el calor. Colándola entre su piel y las braguitas pudo comprobar lo que ya sentía: estaba empapada. Agarró su regalo y lo guardó bajo sus ropas. Preso entre su cuerpo y las ropas, éste ya no tenía ...
... escapatoria. La tensa goma del pijama lo retenía contra sí, y Silvia podía utilizar ambas manos en estimular aquella parte de su cuerpo que más le hiciera sentir. Una en los pechos, la otra en el clítoris. Apretaba, pinzaba, restregaba, pellizcaba. A su libre albedrío. Tan sólo quería sentir. El calor le hizo sacarse la parte de arriba de su pijama. Luego empujó torpemente el pantalón y la braga. Quería sentirse libre. Una mano siempre en su pipa, la otra agarró su regalo. Al pasárselo sobre el sexo, sus labios se separaban, como si lo invitaran a entrar dentro. Ella no iba a poner objeciones al inesperado huésped. Lo manipuló. No sabía si empujarlo apuntando hacia arriba o hacerlo hacia abajo. No le dio más vueltas. Lo hizo con el falso prepucio mirando el techo, y una vez dentro lo giró muy despacio antes de sacárselo. Suspirando dejó caer pesadamente su cabeza sobre la almohada. Acto seguido, volvía a acometerse con su polla de plástico.Apenas unos centímetros se adentraban en su sexo. El resto seguían ahí, asidos firmemente por su mano diestra. Empujaba, y al tiempo su otra mano ayudaba separando sus labios, para sentir en su clítoris el frío pero placentero roce del plástico. Entonces su boca se abría para pronunciar calladas exclamaciones. Un poco más adentro, un poco más- se decía a sí misma. Y la marca blanquecina que sus flujos dejaban en el objeto iba llegando un poco más allá en cada viaje, como las olas cuando mueren al subir la marea. De vez en cuando una de sus manos ...