Esther: despedida de soltera en familia (11) - Relatos Eróticos

Esther: despedida de soltera en familia (11)

... por horas mientras miraba a un lado y a otro a decenas de personas que sonreían como si yo fuera una especie de atracción de circo, sin que tuviera la más mínima idea de quienes eran pues en realidad no había mucha gente en ese lugar a quien yo conociera.

Fue cuando solo faltaban unos metros para llegar al altar, cuando levanté la mirada y me encontré con los ojos de un hombre que aparentaba tener tantas ganas de casarse como yo, un tipo que no dejaba de ver a su madre y a su hermana mientras se mantenían de pie en la primera banca a su derecha, como si les estuviera rogando para que no lo obligaran a casarse con alguien a quien no amaba.

Un último vistazo antes de llegar al altar, fue dirigido al lugar donde se encontraba mi madre a un lado de Celia, seguida por Paola y para mi sorpresa, también por Mónica, quien vestía un hermoso vestido negro que la hacía lucir un cuerpo hermoso, propio de la espectacular mujer que era mi nueva amiga.

Subí en el altar para que mi futuro marido retirara el velo que cubría mi rostro y pudiera ver de cerca la resignación en su mirada, un gesto que resultaba tan molesto de observar como el dolor que acuciaba mi cuerpo al saber que en unas horas tendría a ese hombre dentro de mí, sudando, penetrándome una y otra vez con el único objetivo de engendrar un hijo que no sería criado en un matrimonio surgido del amor entre dos personas.

- Esther, mucho gusto - dije mientras sus ojos se encontraban con los míos; él se sorprendió por mis ...

... palabras antes de que un atisbo de sonrisa se dibujara en sus labios.

- Felipe, el gusto es mío - contestó, sonriendo en una mezcla de tristeza y complicidad al saber que ninguno de los dos quería estar ahí, antes de que ambos nos paráramos frente a frente con el párroco y que el clérigo comenzara con la ceremonia, que para aquel momento y después de saber que ninguno de los dos queríamos casarnos, lucía como la más compleja y elaborada de todas las farsas.

Tanto Felipe como yo teníamos tan pocas ganas de casarnos, que en más de una ocasión el padre tuvo que llamarnos la atención por no contestar lo que se esperaba de nosotros en el momento en que nos preguntaba algo o debíamos responder a alguna de sus plegarias.

No tengo idea de en qué estaría pensando en ese momento mi futuro esposo mientras su mirada viajaba con vaguedad entre las cosas que nos rodeaban, pero yo no podía dejar de pensar en Rodrigo, preguntándome qué estaría haciendo en aquel momento, en dónde se encontraría, si acaso estaría pensando en mí, si me extrañaría, si estaría sufriendo al saber que me estaba casando con otro tipo en ese mismo instante.

- Chicos, al menos deberían fingir que quieren estar aquí, esto no está saliendo nada bien, la gente puede comenzar a hablar de ustedes y… - comenzó a decir el padre mientras se acercaba a nosotros para darnos de comer una hostia y de beber un poco de vino. Felipe lo miró con un gesto cansado y lleno de fastidio, quizás incluso un poco ofendido.

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