La Veterinaria
Fecha: 27/02/2018,
Categorías:
Zoofilia
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Tengo 19 años y estoy en segundo año de la carrera de veterinaria. El verano pasado trabajé en una clínica, en donde aprendí muchas cosas y viví una experiencia que hasta hoy no puedo olvidar. A través de unos amigos me enteré que necesitaban a un chico en una Veterinaria, como yo estudiaba, la dueña no tuvo problemas y me tomó inmediatamente. Ella tenía a un empleado al que le debía vacaciones, así que aprovechó de que él las tomara cuando yo supiera bien el trabajo que desempeñaría. Empecé en diciembre y Carlos, ayudante de Mirta, se iría en febrero. En la clínica había una especie de guardadero de perros. Todas las personas que salían de vacaciones, dejaban sus mascotas al cuidado de nosotros. Así que había que alimentarlas, bañarlas y cuidarlas. Mirta tenía unos 30 años, era una mujer muy bella, tenía ojos verdes y tez muy blanca, que contrastaba con su cabello oscuro. Buena forma aun que era un poco bajita, como 1.60. Dentro de la distribución de las jaulas, había un sector donde estaban las perras en celo, aparte de los machos, ya que estos se volvían frenéticos por las perras. Mis tareas eran muy simples y ayudaba en todo. Participaba de la revisión de los perros enfermos, vacunación, etc. Mirta era bastante atenta, pero siempre guardaba distancia con todo el mundo, menos con los perros. Había una sala grande donde se le daba atención a los perros. En el segundo piso había una pequeña escalera donde se guardaban las fichas de los perros en un computador, y había una ...
... ventana que daba para la sala de atención. Muchas veces me quedé pasando los datos al computador mientras navegaba por Internet. En el transcurso de los 2 primeros meses sólo noté un par de cosas extrañas, que más tarde comprendería. Un día sorprendí a Mirna mientras extraía de las perras en celo los fluidos que emanaban de las vulvas. Había unas 4 perras en celo, y ella consiguió llenar un pequeño frasco. Intrigado por el suceso, me interesé en aquel frasco, el que tenía toda mi atención. Ella le puso una cinta y colocó en la etiqueta "Rufus". Un día Mirna estaba en el laboratorio de muestras y se llevó el frasco. Cuando pude estar solo en el laboratorio, pude comprobar que el frasco estaba vacío. Y en su lugar, había una cajita hermética de plástico que tenía la etiqueta "Rufus" con unos 8 supositorios. Al revisarlos me di cuenta que habían sido elaborados con los fluidos de las perras en celo. No entendía de qué se trataba. En fin, luego de dos meses la confianza en mí, y en mi trabajo eran plenas, muchas veces era yo el encargado de cerrar todo. Y esto me gustaba. Ya que yo me quedaba navegando en el computador. Cerraba las persianas y nadie se enteraba. Llegó febrero y con él se marchó Carlos, quedándonos sólo Mirta y yo. No había nada de trabajo, sólo el de cuidar a nuestros residentes enjaulados. El día 5 llegó una mujer y traía a un labrador color crema, y de su cuello colgaba una medalla con el nombre de Rufus ( me quedé pensando en qué relación tendría el perro con ...