Mi putísima comadre
Fecha: 17/09/2017,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... imaginar, llegamos al sexo anal. Estábamos en el segundo encuentro, con mi fierro metido hasta los huevos en su culo, cuando la puerta del cuarto se abrió y vimos la cara de Alberto, desencajada, al punto de las lágrimas, pero sin moverse de la puerta. Fabiola, dueña de la situación, se sacó la verga del culo, le limpió con la propia sábana el poco excremento que tenía en la cabecita y enfrentó a su marido. "¿Qué querías" -le dijo-, que esperara los cinco días que estuviste en el hospital para satisfacer mi calentura?". Para agregar: "Debieras agradecerle al compadre, quien impidió que saliera a la calle a buscar quién me cogiera". Dicho esto, fue hasta él, lo abrazó y comenzó a besarlo cariñosamente. Alberto volteó hacia donde yo estaba, totalmente en pelotas, pero con mi verga flácida, me dio un estrechón de manos y le salió un sincero "gracias". Fabiola no perdió tiempo y volvió a lo suyo: a disfrutar de la verga. Para volver a ponérmela erecta, la cogió con las dos manos y comenzó a pasarle la lengua desde el agujerito del glande, hasta el par de bolas. Y, viendo que Alberto solo se nos quedaba viendo, dijo: "¿Por qué no participas?". Mi compadre no perdió el tiempo, subió a la cama y se desnudó. Allí pude ver el por qué de la insatisfacción de mi comadre. La verga (si así se le puede llamar) de Alberto no mide más de seis pulgadas, aunque sí es un poco gorda. Así, mientras yo se la volvía a meter por el culo, ella le daba unas mamadas de verga. Un rato después, con él ...
... acostado de espaldas, con ella ensartada encima, sobre su palo, me correspondió a mí tapar el otro agujero. Los estentóreos gritos de mi comadre cuando tuvo su cuarto o quinto orgasmo, provocó que también Alberto terminara dentro de ella. Yo todavía aguanté unos segundos más, solo para sacar mi verga del culo y darle mi leche en la boca. Eso fue el principio del fin de una larguísima amistad. Y es que Fabiola, ya "encarnizada", le dio por armar cada orgía, que terminaba como un verdadero bacanal. Nos íbamos a la playa más cercana, donde ella se ponía el bikini más provocativo que obligaba a los hombres a voltear hacia ella. Era ella misma quien les entablaba la conversación, los invitaba a nuestro cuarto de hotel y a los tres nos dejaba exhaustos. La última vez que los vi, fue en Cancún, cuando Fabiola enganchó a un enorme mulato, musculoso a más no poder y que, ya en la cama nos mostró un impresionante animal que no medía menos de 26 centímetros, aparte de ser bastante grueso. Y, peor aún, le aguantó, en las tres horas que duró la orgía, más de cinco descargadas de semen. En el último ejercicio la estuvo limando por la vagina y por el culo por más de una hora. Totalmente embelesada por su nueva conquista, ya ni siquiera volteaba hacia mí para pedirme que la cogiera. Mucho menos a Alberto. Al mulato se la mamaba con unas ansias que no le conocí conmigo y le encantaba montarse en su enorme verga que se metía hasta el fondo. Igual ocurría cuando él la empinaba para darle por el ...