Violador a medianoche
Fecha: 16/01/2018,
Categorías:
BDSM
No Consentido
Autor: Lib99, Fuente: CuentoRelatos
... empapó de saliva el falo hasta hacer brillar su cuerpo negro y alargado. El volumen del instrumento llenaba al completo la boca del detenido, quien, pese a encontrarse al borde del ahogo no cedió, chupando y lamiéndolo. Susana, mientras observaba, experimentó un cambio en su rostro. El rictus serio e implacable con que había entrado en la sala y que no ocultaba el asco que sentía en presencia del violador múltiple, dio paso a un evidente disfrute, a un placer que comenzaba a humedecer su coño y que, involuntariamente, afloró en su mirada. El detenido se percató y la miró divertido y excitado, liberando por un instante su boca, casi sin voz por la saliva que saturaba su garganta, intentó una nueva provocación. –Te estoy poniendo cachonda, ¿eh? Susana volvió a endurecer la mirada, apartó la porra y golpeó con su pie el pecho del hombre, haciéndole caer hacia atrás. Pisó entonces sus genitales, aplastándole la polla contra el abdomen y clavando su agudo tacón en los testículos. Movió el pie, retorciendo la blanda carne escrotal y arrancando del hombre gemidos de dolor. Su polla, sin embargo, permaneció erecta, empapándose con el líquido preseminal que emergía de la uretra. Pese a su gesto crispado, los ojos del preso se clavaron en la pierna de su torturadora, elevándose desde el elegante tobillo hasta la rodilla. La postura de Susana, con la pierna alzada presionando sobre los genitales, había elevado la falda permitiéndole ver cada vez más superficie del muslo, hasta que ...
... sólo un triángulo de sombra ocultó las ingles a su vista. Ello reforzó su excitación pese al agudo dolor que punzaba su polla y sus cojones. Susana, por su parte, mostraba un placer creciente con la tortura. Notó como se elevaba la temperatura de su coño, y como comenzaba a mojar las bragas, incrementando su ansia con cada gemido de dolor del violador. –¿Qué ocurre, machote? ¿No te gustan mis caricias? Creía que disfrutabas con el dolor. ¡Oh, claro! Los que a ti te excita es el dolor de los demás, ¿verdad? Maltratar a las mujeres que violas. ¿No disfrutas tanto siendo la víctima? Pues lo tienes muy fácil. Confiesa y pararé. Pisó con más fuerza, estrujando a conciencia los huevos y la verga hasta que el detenido cayó rendido en el suelo, agarrándose la entrepierna con su mano libre. Su polla aún permanecía semierecta. –¡Zorra! –Siseó, aún sin aliento por el dolor– Te meteré la polla hasta reventarte… –Oh, no, no, no… Esa no es la respuesta que espero. Y me parece que tu polla no va a probar más agujeritos en lo que te queda de vida. ¿Sabes cómo tratan a los violadores en la cárcel? Van a ser tus agujeros lo que prueben otras pollas. –¡Puta! –Te empiezas a repetir. La agarró por el cabello y con la porra le obligó a colocarse a cuatro patas, mirando hacia la pared. Sus nalgas entreabiertas dejaban ver la depilada bolsa testicular colgándole entre las piernas. –Vamos a ir ensayando esta postura. En prisión la practicarás a menudo. –¡Puta de mierd…! No pudo terminar la frase. Con ...