Invitado a una boda
Fecha: 12/09/2017,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... a tres novias; y otra cosa en la que ella llevaba razón: ahora o nunca. De modo que le dije que qué sugería. Cómo eran los minutos de música y baile en un amplio jardín de una gran casona me propuso entrar al edificio. Cada uno lo hicimos por separado para no llamar la atención y nos encontramos en un despacho exquisitamente amueblado y decorado al más puro estilo antiguo. Ella entró primero, yo un par de minutos después. Me esperaba, cerré la puerta tras de mí y la divisé aguardándome, bella como en ese momento no habría otra en la tierra. Una mujer vestida de novia, el día de su boda, pero esposa de otro. La luz entraba a raudales desde el exterior, pero los visillos impedían que nadie nos pudiese ver desde fuera. - ¡Dios –dije- cómo envidio a Charlie por tenerte! - Voy a ser tuya durante media hora, ¿de qué te quejas?, no pierdas ni un segundo y conviértelo en una eternidad. Empezamos a besarnos, primero despacio y poco a poco a un ritmo más fuerte mientras permanecíamos en pie en medio de aquel lujoso espacio. Nuestras manos empezaron a actuar recorriéndonos las anatomías, por encima de la piel o de la indumentaria que lucíamos cada uno. Recorrí sus senos por encima de su bonito vestido. Tan sólo me pidió que no descompusiese su peinado. Besé su cuello y sus finas orejas, al tanto que comenzaba a subirle el vestido para acariciar sus piernas. Estaba excitado como un burro. Bernabela desprendía un olor a intenso perfume elegante y sexual, reclamo infranqueable para el ...
... macho. Ansiaba lamerla toda, sin dejar centímetro de su piel por recorrer con mi lengua ensalivada, entonces bajé la parte superior de su vestido, descubriendo unos senos perfectos para mis manos, de pezones de escaso diámetro pero oscuritos y ya bien dispuestos y tiesos. Sus tetas eran de las que me gustan, no redondeadas sino acampanadas, puntiagudas como una montañita de merengue; descendí, no obstante olfateando a lo largo de su canaleta y ella ronroneó acuciada por las primeras descargas de placer. Luego chupé alternativamente cada uno de sus pezones, pero eso era por arriba; abajo me entretenía con sus portaligas y acariciando el fino encaje de sus braguitas, las cuales quería verlas puestas antes de quitárselas impidiéndome la visión su vestido. Quedé en camisa porque mi hambrienta amante me desnudaba con una actitud que no sé si describir como mesurada o furiosa. Increíblemente manteníamos una conversación al tiempo en la que lo mismo alabábamos las virtudes de nuestro físico que comentábamos las vicisitudes de nuestros empleos (ella, por cierto, era dependienta en una tienda de ropa de caballeros, como no podía ser de otro modo dada la destreza con la que me desabotonaba camisa y pantalones). - ¡Quiero que me folles con brutalidad!- exclamó. - Déjame contemplarte desnuda antes. Mientras yo me derrengaba en un cómodo sofá, Bernabela comenzó a desvestirse ante mí que admirado contemplaba su simulacro de striptease, algo que aún me estaba excitando más. Era bella, con esa ...