1. Deosamo: Mala Jornada


    Fecha: 31/12/2017, Categorías: Control mental, Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... sus pantalones, metió su camisola dentro de ellos y ajustó su cinturón. Y cuando se inclinó para recoger sus calcetines se encontró con una sorpresa. Sus llaves. Estaban oportunamente acomodadas al lado de su calzado, unas botas de cuero negro de talle 39, como si hubieran aparecido por arte de magia. O alguien las dejará en el suelo. El pensamiento de la duda de estar siendo observada entró rápidamente en su cabeza. -Grifth… -Murmuro.Seguro que quiere otra mamada.-O algo más. ¡Carajo! Ella giró la cabeza a ambos lados en la búsqueda del posible gordo imbécil que estaba jugando, nuevamente, con ella. Salió del aparcamiento de donde estaba parada hasta el centro del estacionamiento para encontrar que no había nadie más. Su primer pensamiento fue que se había ocultado y eso soló la hizo enfurecer. Rebecca siempre había sido rápida para la ira. En sus primeros años en la Fuerza, el Cabo Grifth, el Encargado de la Armería, le había destinado sus coqueteos patéticos cada vez que la veía. Él era un pelirrojo de sangre irlandesa -como siempre le gustaba decirlo- que se consideraba asimismo como un erudito bostoniano en filosofía de la vida, como todo un donjuán con las mujeres y como un matón que podía derribar a tres drogadictos con la devastadora fuerza de su dedo meñique. Claro que, en lo que a ella respecta, junto con el resto de sus compañeros del Departamento, Grifth no era nada de eso. Él no era más que un cobarde, estúpido y desagradable cerdo. Ella se lo hizo saber una ...
    ... tarde de verano, cuando lo descubrió tratando de espiarla en los vestidores mientras se cambiaba para ducharse. Su pecoso rostro irlandés mostró terror cuando le dio un puntapié en sus testículos, dejándolo de rodillas ante ella, vulnerable a la consiguiente amenaza que le realizó si alguna pensaba hacer lo mismo de nuevo. En ese entonces, sabía que lo había puesto en su lugar en un parpadeó. O, mejor dicho, pensaba que lo había puesto en su lugar. -¿Dónde carajos te ocultaste, saco de grasa? -Dijo con ira, procurando no levantar demasiado la voz para llamar la atención del vigilante. No obtuvo respuesta. El frio del concreto en las plantas de sus pies desnudos le hizo recordar que no llevaba calzado. Fue al aparcamiento donde estaban sus cosas tiradas y se colocó las botas con rapidez, mientras vigilaba sobre su espalda con paranoilla por si Grifth salía de la nada para que ella le hiciera un favorcito. Una vez hecha la labor, recogió sus cosas del suelo, junto con la dichosa llave, y se propuso a buscar al estúpido irlandés para recordarles viejos tiempos en los vestidores y porque nunca debería haberlos olvidado. Pero antes de hacerlo, la volvió a oír.Debes irte. No es nadie. Su ira disminuyo, pero no sé desvaneció. Tal vez tuviera razón. Tal vez ella solamente se imaginó que alguien la acechaba. No obstante, el hecho de que sus llaves reaparecieran tan incomprensiblemente, después de haberlas buscado, literalmente, por toda su ropa, todavía la hacía dudar. Si estaban en mi ...
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