Vínculos Prohibidos
Fecha: 20/12/2017,
Categorías:
Transexuales
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Amanecía perezosamente el nuevo día, era Domingo, el día semanal de descanso por excelencia, en el jardín interior de la casa, los pájaros que se posaban en algunos de los arbustos florales, comenzaban ya a hacer sus reclamos. No había ningún otro sonido, todo estaba tranquilo. El día anterior, Sábado, habíamos ido al cine a ver una película, una comedia. La idea había sido quitarnos el estrés de la semana. Luego nos venimos hasta mi casa, conversamos unos momentos sobre diversos asuntos y posteriormente decidimos irnos a la cama. Ahora el nuevo día despuntaba, y con él venían a mi mente algunas preguntas: ¿Qué vamos a hacer este día? ¿Podemos hacer esto o bien lo otro? ¿O será mejor quedarnos en la cama haraganeando hasta que ésta nos hastíe para luego tener necesariamente que levantarnos? Estuve así, pensando bastante rato, luego el sueño volvió a ganarme la partida y me quedé dormido. Desperté nuevamente cuando eran ya las ocho de la mañana. Tuve la intención de hablarle a Giselle pero me detuve, pensé que estaba bien que descansara, que se repusiera un poco del trajín agotador de la semana. Me levanté, con mi remera blanca y los shorts que utilizaba para dormir, bajé a la primera planta, a la cocina, a servirme algo para comer. No encontré nada que me apeteciera aunque, a decir verdad, no sé que era lo que esperaba encontrar. Al final acabé tomando un vaso con jugo de naranja y me dirigí a la mesa de vidrio del comedor. Allí sobre la mesa estaba aquel libro que hablaba ...
... sobre el cosmos, con unas fotos en colores, muy detalladas y vistosas; fotos de galaxias, nebulosas, estrellas; y unas cuantas de la tierra tomadas desde un satélite. Mientras me deleitaba viendo las imágenes de aquel libro una vez más, Giselle bajó, descalza, vistiendo aquella minúscula pijama que dejaba siempre en mi casa precisamente para utilizarla cuando se quedaba a dormir, lo cual solía ocurrir con bastante frecuencia. Se acercó a mí, me estampó un beso de buenos días en la boca, y se fue a la cocina para ver qué encontraba y así poder acompañarme a la mesa donde estaba entregado a la lectura. Aún cuando estaba recién levantado, el ver a Giselle así, como soñando, entre distraída y soñolienta, me causaba cierta inquietud sensual, y el deseo de querer disfrutar con ella un momento de agradable placer sexual me exacerbaba, me inquietaba. Giselle comprendió que yo me estaba excitando, me tomó de la mano y me dijo que luego nos iríamos a la cama nuevamente para que le hiciera lo que yo quisiera. Regresamos de nuevo a la recámara, abrazándonos y besándonos mientras subíamos las gradas que nos conducían a la segunda planta. Una vez en la recámara, después de quedarse desnuda, se subió a la cama, se colocó de rodillas, dándome la espalda, luego se agachó hasta apoyar su cabeza en la almohada, dejando sus nalgas levantadas, mostrándome la cuevecita de su ano y sus testículos, colgando insinuantemente junto con su verga. Era un cuadro delicioso; aquello era una oferta tentadora ...