1. Aquí


    Fecha: 11/12/2017, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    Me dijo que me quitara el vestido, que me quedase en ropa interior y me sentase cómoda en el sofá mientras él iba a la cocina a traer alguna bebida fresca. "¿Y qué hago aquí?", me pregunté. El adulto no hacía más que mirarme en el autobús. Yo iba vestida como habitualmente: un vestido no excesivamente corto de verano y unas sandalias de tacón bajo. Tampoco es que mi figura sea demasiado llamativa: soy delgada, elástica diría, mis pechos son pequeños y mi cara es bonita, sin ser una belleza. Yo noté la mirada del adulto desde el primer momento, sobre todo su fijación por mis pies, o por mis sandalias. "Ya estoy", dijo el adulto, que volvía con una botella empañada de agua con gas y dos vasos. "¿Y qué hago aquí?", me volví a preguntar. A mis diecinueve años no me han faltado admiradores y, aunque no soy promiscua, pues tiendo a seleccionar a los hombres, hago el amor siempre que tengo ocasión. El adulto se ha sentado a mi lado y ha servido las bebidas. “Veo que no te has quitado las sandalias, mejor", observó. "¿Y qué hago aquí?", pensé. El adulto comenzó a desnudarse. Era peludo y tenía algo de barriga, sin embargo su piel olía bien, incluso tenía cierto atractivo que no pude soslayar, así que acerqué mi cuerpo al suyo. "Quieres follar, ¿verdad?", interrogué; "Sí, por supuesto, deseo follarte", contestó, y retrepándose en el sofá me elevó una pierna, sosteniéndola por el muslo de tal manera que me volteó, mi culo giró sobre la superficie del sofá, y me quedé sentada en este ...
    ... con las dos piernas estiradas sobre su regazo. Fue entonces cuando comenzó. Primero, sin quitarme las sandalias, lamió la punta los dedos de mis pies, las uñas, los intersticios entre dedo y dedo, humedeció todo lo que pudo con la punta de su lengua, hasta por debajo de las tiras del calzado. Oh, mis pies, que venían de caminar todo el día de acá para allá, me los limpió con su saliva, el adulto. Yo, en ese momento, cerré mis ojos. "¿Y qué hago aquí?", suspiré en voz baja. Lo siguiente que noté fue el mojado e impreciso roce de su lengua sobre mis pantorrillas, mis rodillas, mis muslos... la suavidad con la que bajó mis braguitas, se internó en mi vagina y encontró mi clítoris, y la oleada de placer que me acalambró las manos e inundó mi cabeza. Luego... luego no lo recuerdo con claridad: entreabrí los ojos y vi su polla, con las venas hinchadísimas, sobre mis labios que se abrieron para acogerla. Loca por el éxtasis que sentía, empuñé su pene y lo recorrí entre mis labios desde su glande hasta su pubis con gran deleite, esperando una eyaculación contra mi paladar, pero no: el adulto sacó su verga de mi boca, y, así, a horcajadas sobre mis tetas como estaba, tomó un preservativo, se lo puso, descabalgó de mi cuerpo ya sudoroso, y, poniéndose a la altura de mi pubis me penetró confiadamente, dándome más gusto si cabe, y acabó por correrse tras jadear durante varios minutos, jadeos y exhalaciones que llenaron mi ser de satisfacción, puesto que, una vez obtenido y servido el ...
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