En forma - Relatos Eróticos

En forma

La mujer arquea su columna vertebral, su espalda, buscando una posición idónea: ha apretado sus caderas sobre las del hombre y se ha llenado de él, pero ahora debe sentir el roce, y se mueve. Avanza y retrocede, su torso se desliza sobre el del hombre como un cajón sobre la guía, avanzando, retrocediendo... Las manos del hombre se posan en sus omóplatos, acariciando su piel bronceada. La mujer susurra algo, quizá secreto, al oído del hombre; éste sonríe y pronuncia su nombre con sumo cuidado. Ella se anima, incorpora su cuerpo, afianza sus rodillas en el colchón y rebota sobre él. Con brío. Se cansa y jadea, sin embargo en cada exhalación emite un gritito cortado que el hombre interpreta como una señal para elevar su trasero con el fin de que no se le escape el gozo que está sintiendo cuando ve en la cara de la mujer el gesto de asentimiento que la hace más atractiva si cabe. La mujer no puede más, aunque ya le queda poco: ahora sus gritos son incontrolados, voraces. El hombre expulsa el aire a un ritmo cada vez mayor, siente que se quiere vaciar, y quiere vaciarse dentro de ella, que ella se sienta llena de él. Gritan sus nombres. Primero uno, luego la otra, y así van alternando nombres, hasta que uno de los dos se calle. El hombre la aprieta con fuerza: coloca sus manos sobre las nalgas de ella y la atrae, la atrae, la atrae... La mujer siente que se muere, que se muere, que se muere. Ya. Gritan: ella un grito agudo y lastimero; él un gruñido victorioso. Y se derrumban. Se van apartando uno del otro. La mujer voltea su cuerpo y queda tumbada de espaldas; el hombre queda como un guiñol sin alma. Ella alza la cabeza, ve su pene flácido y lo acaricia alargando el brazo. Está pensando en lamérselo, limpiárselo, y, tras breves minutos, eso hace: repta de espaldas sobre el colchón, sitúa sus labios a la altura de la cintura de él y lo hace. Sabe mal, pero lo hace, hasta que consigue una nueva erección. Está en forma este hombre.