1. El bus del terror


    Fecha: 07/03/2020, Categorías: No Consentido Tus Relatos Autor: Anónimo, Fuente: computo.ru

    La velada fue excelente. Desde hacía mucho tiempo, como desde el 92’, Sandra no se había divertido tanto como aquella noche: helado, cerveza, una película y un beso. Se sintió en la cima del mundo con ese detalle.
    “¡Qué buena noche!”, se decía, mientras abordaba el bus ejecutivo que la llevaría de vuelta a su casa, un par de cuadras al norte de Hacienda Santa Bárbara.
    Esperó un momento de pie, como buena bogotana, y encogió los pies para caber en la incómoda silla que un muchacho, que parecía universitario, le cedía después de guiñarle el ojo. “Gracias, pero no, gracias”, pensó mientras volteaba la cara, no para esquivar las miradas de su admirador, sino para divisar algo que de inmediato la alteró. Los golpes siempre la trastornaban, incluso estos, dirigidos a un hombre que nunca había visto en su vida.
    Un grito se escuchó en la parte delantera del bus. Una mujer cedía a sus impulsos luego de ver el revólver con el que un joven apuntaba a la cara del conductor. “¡Quietos todos, hijueputas!”.
    La situación era crítica, ya no por lo que pasaba detrás suyo, sino por lo que ocurría ante sus narices. Dos hombres se ponían de pie, uno más golpeaba al conductor con el mango de su arma; atrás, una mujer gritaba groserías y otros tres desenvainaban machetes, navajas, un revólver y una escopeta. “¡Dele duro a ese marica, Lucho, dele más!”.
    La pelotera no tenía frente. Se dirigía hacia Sandra e irremediablemente iba a suceder. “La cadena… mi mamá me va a matar”, era lo único ...
     que pensaba antes de que Yamil Walteros, Botija, tomara el control absoluto del volante del vehículo.
    Apagaron las luces, subieron el volumen de la radio y Gloria Estefan se hizo escuchar por toda la 127 hasta la Autopista Norte, cuando bruscamente giró el bus, sin rumbo. Ahora oficialmente estaban siendo secuestrados.
    – “Golpeamos a los hombres, y la mona los amarró con cinta y los requisó. Yo los tiré al piso y mandé a las mujeres pa’ atrás. Luego todo fue como una discoteca…”
    Botija golpeó incesantemente a Miguel. Tanto que el niño, asustado, sintió demasiado dolor y entendió que no eran amigos, que no se trataba de un juego. Aquel ayudante de buseta tomó sus muletas y saltó hacia la parte de atrás, junto a esas 40 personas que sentían por él, y por ellos mismos, una insondable lástima.
    Alcanzó a ver su edificio alejarse y recordó la ubicación exacta de un CAI cercano a su cuadra. “Dos, tres… es aquí, a la izquierda”. Sandra no se atrevió a gritar; en ese mismo instante, Lucho ultrajaba sus pechos. Decía: “estoy buscando cadenas o aretes, ustedes se lo esconden todo entre las tetas”. No tenía nada.
    Pasada una hora parecía que todo iba a terminar, pero a ese joven a su lado la suerte no lo favoreció. El mismo ojo que le había guiñado antes, ahora lo tenía morado de tantos golpes que recibía. Eduardo Hurtado, el de las órdenes, propinaba fuertes puntapiés a su cara y abdomen. Una cadena de oro en el suelo era la respuesta al porqué del feroz maltrato.
    A Rodrigo lo ...
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