Tarjetas black (Parte 2)
Fecha: 17/11/2017,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Rober XL, Fuente: CuentoRelatos
... pensando en el segundo plato y el postre que aquella mujer casada le podría ofrecer. Tendría que llamarla a su despacho para que le pusiese al día de sus gestiones y de sus otras destrezas femeninas. Llegó a su hotel y encaminó sus pasos hacia la recepción para pedir la llave. Como cada noche, aquel chico dejó rápidamente de estudiar francés para entregársela. Tras darle las buenas noches, le entregó la llave sin preguntarle el número. Buena memoria, pensó Roberto mientras se dirigía hacia el ascensor. Esta noche el muchacho no había intentado entablar conversación. Tuvo que esperar delante de la puerta metálica y volvió a mirarlo de reojo. En lugar de volver a sus ejercicios de gramática el joven marcó un número de teléfono ―Tienes que acabar de limpiar eso. Necesito que bajes al comedor― A Róber le extrañó hubiera gente de servicio a aquellas horas de la noche, pero ciertamente se la cruzó por el pasillo de su planta. Llevaba el pelo teñido de un rubio apagado que no le iba para nada. Roberto abrió la puerta, y desde allí gritó: ― ¡Señorita, no ha cambiado las sabanas! Avisé esta mañana. La limpiadora lo miró sorprendida. La puerta del ascensor se abrió. ― Lo siento caballero, me han avisado para que vaya al comedor. Subiré en cuanto pueda. ― ¡Se baja! Pues espere que vaya con usted. Hablaré con recepción. ―Róber tiró de la puerta y cerró. Pero esa súbita reacción de Roberto hizo a su vez que la limpiadora cambiase rápidamente de idea. ― No se preocupe caballero, no era ...
... mi intención… Voy enseguida. ―dijo la mujer cogiendo una bayeta y un espray sin etiqueta. ― Se lo agradezco. Pero me temo que me he dejado la llave dentro. ―se excusó él. ― No se preocupe, yo tengo una llave maestra. ―le tranquilizó ella. Al entrar en su habitación Roberto esperó a que la mujer comenzase su faena para coger el auricular. Marcó 000. ― Recepción. Buenas noches. ― Buenas noches. De la habitación 422, le importaría subir un momento. Róber no había tardado ni un segundo en darse cuenta de que habían usado su ordenador. Desde que se le rompió el adaptador de corriente, siempre lo desenchufaba después de apagarlo. Lo tocó. Estaba caliente. Roberto no sabía si era así de valiente, o así de imbécil. El caso es que instintivamente se dispuso a hacerle frente sin querer pensar en que aquella mujer pudiera esconder una pistola bajo su uniforme. Era una mujer agraciada para los cuarenta y tantos años que debía tener. De pelo ondulado, corto y moreno, de tez oscura, nariz chata, pómulos y labios perfilados, y con curvas felinas. Con todo lo que hace falta, donde hace falta. Ese tipo de mujer que uno desea llevarse a la cama a pesar de que tenga marido, un par de niños a medio criar y unos kilos demás. Si a una mujer inquieta y audaz le sumamos un pecho opulento, una figura contenida, un buen culo y dos piernas sin demasiados desperfectos, Roberto podía dar fe de que su marido debía estar encantado con ella. Además por la forma en que mirada se deducía que se trataba de una ...