Eduardo llegó a mi vida cuando yo tenía siete años.
Fecha: 11/11/2017,
Categorías:
Gays
Autor: sweet.ciro, Fuente: SexoSinTabues
Eduardo, de diecinueve o vente años, me enseñó que la infancia puede ser diferente. Algo me dice que no está bien que estas cosas sucedan, pero no puedo, ni quiero olvidarlo. Mi nombre es Ciro. Tengo cincuenta y un años. Soy un tipo normal, sin mayores complicaciones en la vida, casado y con familia. Soy de ensenada baja california, méxico, pero me crié en hermosillo, sonora. El relato que les traigo se refiere a cuando yo era un niño de siete años. Lo sé, porque estaba en segundo de primaria y el camión del colegio me dejaba frente a mi casa a diario. Nos habíamos cambiado a ese vecindario apenas hacía una semana, pero ya teníamos un amigo en la cuadra. Se trataba de Eduardo, un muchacho de diecinueve o veinte años, muy agradable y servicial, quien se presentó solo a mi familia, dándonos la bienvenida y poniéndose a la orden de lo que se necesitara. -He visto que el niño se baja del camión escolar y nadie lo recibe en casa. Si quieren lo podemos cuidar hasta que llegue alguien mayor, había dicho, pues vivía con su familia, siendo soltero. Y es que mi mamá trabajaba hasta tarde y mi padre siempre estaba fuera. Al principio mi mamá dijo que no, gracias, que ya estábamos acostumbrados a valernos por nosotros mismos, pero Eduardo se nos fue colando poco a poco y se ganó la confianza de todos, pues era de verdad un encanto de persona. Yo era muy chico para desconfiar de nada, pero se me figuraba que quería ser novio de mi mamá y les hacía un poco de burlas inocentes. Los ...
... veranos en hermosillo son de un calor terrible, y la municipalidad abre albercas públicas para el disfrute de la gente común. Una de esas albercas estaba como a diez minutos a pie de mi casa, pero como nunca había nadie disponible, no iba. Al igual que la mayoría de los niños del barrio, nomas llegaba de la escuela me quitaba el uniforme. Solo me quedaba en unos pantalones cortos o ya de plano en trusas. Y así me salía a jugar al patio de mi casa o a la calle. Era bastante normal ver a los niños semi desnudos librándose del calor. A mi desde pequeño me daban la lata con que estaba muy nalgón, que si fuera niña sería la novia de todos, que esto y aquello. La verdad me molestaba, después de todo, era un niño y me gustaba jugar beisbol y correr y llevarme pesado con los demás muchachos. Incluso una vez le rompí la nariz de un puñetazo a un vecinito que era mayor que yo, porque se pasó toda la mañana diciéndome que qué nalgoncito estaba, que me iba a llevar al llano y que me iba a hacer su novia. Una mañana de sábado, mi mamá estaba en casa por alguna razón que desconozco. Yo me salí a la banqueta que daba a la calle y me senté a llorar -era un niño- porque no me podían llevar a la alberca, mientras que a los demás niños incluso los dejaban ir solos. En eso llegó Eduardo, el muchacho que para mí era como un héroe, o lo más cercano a un hermano mayor, pues yo era hijo único. "Si quieres le digo a tu mamá que yo te llevo", me dijo. Tenía un bigote espeso sobre la boca y, debajo, una ...