1. El pequeño Alberto nos da biberón


    Fecha: 24/07/2019, Categorías: Sexo en Grupo Gays Autor: Santre, Fuente: CuentoRelatos

    Darío era fuerte y decidido, de pene normal, lo contrario a Alberto, pequeño solo en edad, ya estaba bien dotado, Aquel verano Alberto enseñaría lo que tenía entre las piernas, e hizo del grande Darío, su putita chupapollas, y a la jovencita Patricia, de tetas minúsculas y pezones sonrosados, también, otra putita para el pequeño Alberto. El niño con dos putitas para su gordo nabo, su polla grande. A ambos, los hizo de él, los empequeñeció, los manejó como quiso. Los folló a los dos. El huésped Darío miraba el rostro de Alberto, el hermano pequeño de su mejor amigo, desde abajo, tumbado boca arriba sobre la cama. La satisfacción estaba pintada en las bellas facciones del aún adolescente, y no era para menos: ahora, entre sus cuerpos se interponía el de una explosiva chica, desnuda como ellos, que habían conocido hacía menos de una hora. Alberto la estaba penetrando, todavía despacio, y Darío, que sentía las profundas acometidas del joven, lamía los pechos pequeños y compactos de la chica torciendo la cabeza sobre ella. Por eso, una veloz suma de acontecimientos había llevado a Darío hasta allí, y aún estaba algo aturdido por ello. En efecto, aquella misma mañana había llegado a Palma, donde iba a pasar unas merecidas vacaciones con su gran amigo, Juan. Pero éste todavía estaba trabajando a esas horas, así que había sido Alberto el encargado de ir a buscarle al aeropuerto. Hacía por lo menos cinco años que Darío no veía al hermano de su amigo, y se sorprendió de lo mucho que ...
    ... había crecido. A sus dieciocho años, Alberto estaba en su mejor momento físico. Y con una confianza inusitada y un destello de picardía en los ojos, Alberto había propuesto a Darío pasar a recoger a una chica con la que había quedado allí y que quería llevar a casa, dado que sus padres también estaban ausentes. Naturalmente, Darío había aceptado. La chica resultó ser una hermosa hembra, de la misma edad que Alberto, con los labios muy pintados y la falda demasiado corta para las horas que eran. Estaba claro que estaba ansiosa por conocer a fondo a Alberto, al que dedicó todo tipo de insinuaciones y arrumacos, a pesar de que acababan de conocerse. Una vez en la casa, se dirigieron rápidamente al cuarto de Alberto. Darío supuso lo que iba a suceder a continuación. Pensando en la buena suerte del joven, o en la eficacia de sus habilidades de seducción, fue a deshacer su maleta, pero fue interrumpido por el protagonista de sus cavilaciones. –Oye, tío, lo he hablado con Patricia y… ¿Por qué no te unes a nosotros? Allí estaba Alberto, tapado tan sólo con unos boxers y luciendo un estado de forma envidiable. Darío lo dudó. Le daba bastante reparo no ya la propuesta de Alberto, sino incluso verle así, con el sexo erguido destacándose en sus boxers. Sin duda, había cambiado mucho desde que jugaba con él cuando era un dulce niño de nueve años. Darío, aun siendo ocho años mayor que él, se sintió en presencia de un macho muy superior. En ese momento, los ojos de Alberto, de color marrón ...
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