Violación grupal en la parada de colectivo
Fecha: 06/07/2019,
Categorías:
No Consentido
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
Tamara espera en la parada de colectivos. Son las tres de la mañana y está sola. Hace más de media hora que espera, pero sólo vio pasar dos colectivos, y ninguno de ellos la llevaba a su casa. No suele tener miedo, pero esa esquina desierta le da mala espina. Las obras realizadas en la ruta hicieron cambiar el recorrido de muchos colectivos y las paradas ahora están en lugares diferentes a donde solían estar. Ésta en particular está a una cuadra de la rotonda, en una esquina sumergida en la semipenumbra, apenas iluminada por una luz mortecina que parpadea. Le da cierto miedo la soledad en medio de la oscuridad, pero se consuela diciéndose que si hace tanto que no pasaba un colectivo, seguramente faltaba poco para que llegue el que la llevaría a casa. Está vestida con un vestido negro con lunares blancos, con un cinturón angosto que le marca la cintura, y unas sandalias negras. Viene de una cena de fin de año con sus compañeros del taller de teatro. Hace calor, gotitas de sudor perlan su frente y los pechos. También siente la humedad entre las piernas, la bombacha blanca está mojada de sudor, necesita una ducha fría urgente. Ve acercarse un colectivo, se pone contenta, pero una vez que lo tiene a pocos metros lee el cartel que indica que se dirige a Laferrere, un barrio que está bastante lejos del suyo. Se siente molesta. César, uno de sus compañeros de teatro, podría haberla acercado a su casa. De hecho se lo ofreció, pero ella conocía las intenciones del tipo, siempre le ...
... había tenido ganas, más de una vez la invitó a salir, y no desaprovechaba ninguna oportunidad para piropearla, y felicitarla por su admirable piel tostada, y sus deslumbrantes ojos verdes. Y esta noche en particular, se sentó al lado de ella en la mesa del restorán y no paraba de mirarle las piernas y los pechos. Le caía bien César, pero nunca le atrajo, y si dejaba que la lleve a casa no podría sacárselo de encima. Y por lo tanto, ahí estaba, parada en mitad de la madrugada, esperando poder llegar a casa para bañarse y que le queden un par de horas de profundo sueño. Entonces un grito interrumpe sus pensamientos. Se le pone la piel de gallina. Sin embargo el silencio cae de nuevo en la noche, y piensa que sólo fue su imaginación. Mira la hora en el celular: Ya pasaron quince minutos de las tres, si venía el colectivo enseguida, llegaría a las cuatro a su casa, y le quedarían poco más de tres horas de sueño para ir luego al trabajo. Con eso le alcanzaba. Al fin y al cabo, de algo debería servirle ser joven y fuerte. De repente escucha de nuevo aquel grito. Es un grito desgarrador que proviene de un lugar muy cercano a donde está. Cree estar segura que se trata de la voz de una mujer. La indignación disminuye su miedo. En pleno siglo veintiuno las mujeres seguían siendo víctimas de la sociedad machista, no lo tolera. El grito retumba por tercera vez en la noche, esta vez es más largo. Tamara cree saber de dónde proviene. En la misma cuadra donde se encuentra, de la mano de ...