1. El precio de la infidelidad


    Fecha: 01/07/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Safo_Nita, Fuente: CuentoRelatos

    Me llamo Matías Herrera. Tengo 35 años, y trabajo como detective privado. Hace dos años que me divorcié de mi mujer, Melisa; y hace unos nueve meses que me trasladé a la sucia y ruidosa capital. Llevaba varios meses malviviendo con pequeños casos para ciertas compañías de seguros con las que trabajo: casi siempre eran accidentes simulados que no tenían mayores complicaciones. Bastaba con tener paciencia para cazar al incauto. No pagaban mucho, pero cobraba con puntualidad británica, y al menos tenía para afrontar mis deudas. Un viejo amigo, periodista de sociedad, me ofreció la posibilidad de hacerme cargo de un asunto interesante, de esos que exigen la máxima dedicación. Me puso en contacto con una mujer de la clase adinerada, que se hacía llamar Estrella. Era la hija de un famoso banquero, ya fallecido, del que todo el mundo había oído hablar en la capital, bien por sus excentricidades, bien por sus devaneos. Ella, en cambio, desde que consumara su matrimonio, se mantenía apartada de los actos públicos y llevaba una vida más bien discreta. Eran las diez de una mañana fresca y despejada, cuando llamé al portal de su apartamento. Me abrió ella misma. Crucé el jardín por un sendero empedrado. Estrella me esperaba en la puerta, tres escalones más arriba. Me agradó su aspecto: rubia, de grandes ojos verdes, cara ancha y sonrisa cálida. El vestido debía de tener dos tallas menos de las necesarias. La dejé pasar delante por cortesía, y para evaluar la tensión de sus nalgas, ...
    ... anchas y musculadas. Me guio hasta el salón haciendo sonar los tacones contra la tarima de nogal; denotaba seguridad, dominio. La criada de la limpieza estaba en las habitaciones de arriba. Me aseguró que podríamos hablar con absoluta confidencialidad. –Se trata de mi marido –dijo muy serena–. Se acuesta con otra. –¿Está segura, o sólo lo sospecha? Abrió un sobre que había sobre la mesita, y me mostró unas fotos tomadas de lejos. Su marido aparecía junto a una joven casi tan alta como él. Era una chica de piernas largas y finas, culito pequeño, y una figura hecha a base de batido de zanahoria. El cabello liso ocultaba buena parte de su rostro. No era fácil precisar su edad; podría tener fácilmente más de veinte, o puede que tuviera alguno menos. –Las hice yo; las dos últimas son de la semana pasada –se echó hacia atrás, en el sofá. La falda del vestido se le subió un poco más. Aprecié unos muslos recios, marmóreos, de acero pulido. –No comprendo –dije confuso–. Si ya tiene las fotos, ¿Para qué me necesita? ¿Quiere más pruebas contra su marido? –¡No! No quiero perderlo; no así –su voz sonó alterada–. Quiero que vuelva conmigo; si es posible. Necesito saber qué hay entre ellos, por qué sigue viéndose con esa… criatura. –Supongo que ha descartado la posibilidad de preguntárselo a él. –Supone bien. Es demasiado astuto. Se dedica a los pleitos –dijo con una mirada de orgullo–. Lo negaría todo sin ruborizarse, y me daría una explicación plausible para las fotos. O lo reconocería y luego ...
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