Tu rosa
Fecha: 03/11/2017,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos
Vine a vivir a este barrio siendo muy joven, e inexperta. Mi familia es gitana, y, en fin, se pueden imaginar la fama de la que venimos precedidos, los gitanos. Sin embargo, de un tiempo hasta ahora veo a un payo que me mira cada vez que paso cerca de él. No sé qué tipo de mirada es la suya, aunque aventuro que es de deseo. Mi cuerpo se ha desarrollado de forma armónica: mis tetas son salvajemente perfectas, mi cintura fina, mi culo pequeño y duro y mis piernas fibrosas. Había noches en que mi calentura de hembra me llevaba a inesperadas ensoñaciones en las que el payo que me miraba a diario se metía en mi cama y me follaba; jamás pensé que ocurriría, pero así ensoñaba. Una tarde salí a la puerta de mi chabola y vi al payo. Tenía un pitillo sin encender entre mis dedos y me dije: "Le pediré yesca". Eso hice y me la dio. Él posó sus ojos en mi cuello mientras yo encendía el pitillo; le pregunté: "¿Qué miras?"; "Tu hermoso cuello, niña", respondió; "¿Me lo quieres besar?", le reté; "Sí, pero necesitaría tiempo", dijo; "Ven", le invité, y le llevé a un derribo que había cerca. Pasamos entre ladrillos y hierbajos y nos adentramos en un bosque de columnas que no sostenían nada. Tomé al payo la mano para no caerme si tropezaba, y así llegamos hasta un rincón oculto a las miradas de los vecinos. Detuve mi marcha y encaré al payo. "Aquí", dije acercando mis labios a los suyos: nos besamos. Su boca caliente calentaba la mía; su lengua daba círculos en mi boca. Me estremecí cuando ...
sentí una misteriosa energía expandirse en el interior de mi pecho. Estreché mi cuerpo junto al suyo. Las manos del payo investigaban mi anatomía: lo mismo me acariciaban el culo que se introducían bajo mi camisa verde y estrujaban mis tetas. Dado que no llevaba sostén, el tacto de sus dedos sobre los pliegues de mis pechos me hacían dar suspiros que se ahogaban en su aliento. El abultamiento de su entrepierna presionaba mi vientre: abrí la portañuela de su pantalón y saqué su hinchada polla. Él, en ese momento, se separó de mí. "¿Qué vas a hacer?", me preguntó. "Te la voy a chupar, payo", le contesté, "no puedo follar contigo, mi rosa vale mucho", añadí. Entonces me arrodillé sobre el polvoriento cemento y me metí su venoso miembro en la boca. Lo había hecho más veces: con mi primo Jenaro, con mi hermano Adrián, con mi padre..., sin embargo a este payo lo quise impresionar y se lo hice despacio, deslizando mis labios sobre su glande con parsimonia, sosteniendo sus huevos en mis palmas; adelante y atrás con ritmo pausado hasta que oí un sonido gutural de masculino y ronco placer; entonces aceleré mis acometidas hasta que su semen regó mi paladar y mi lengua probó su templada viscosidad. Exprimí la totalidad de las gotas que manaban de su capullo cabeceando varias veces en su pubis y elevé la vista para admirar mi obra: el rostro del payo me lo decía todo: le había sacado un buen polvo. Nos separamos a la salida del derribo. Empezaba a oscurecer y él aprovechó que no nos veía ...