Puede hacerse realidad
Fecha: 02/05/2019,
Categorías:
Zoofilia
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
CAPÍTULO I. YO. Yo tenía por entonces 20 años. Era un chico sano al que le gustaba mucho practicar deporte y lo practicaba regularmente. Hacia carrera de fondo, medias maratones, etc. Llegaba a correr aproximadamente 50 km., a la semana, por lo que mi cuerpo, aun siendo pequeño, eran fibroso y delgado. Estudiaba en tercer curso en la Universidad y había tenido varias relaciones con chicas de mi edad. Cada vez que tenía tiempo libre, optaba por una de mis dos aficiones favoritas: Correr con mi perro Max o ver películas pornográficas. Casi siempre corría solo pero en ocasiones me iba a la casa que mis padres tienen en las afueras de la ciudad, donde tenemos a Max, y lo llevaba conmigo a correr por los montes cercanos. Respecto de las películas pornográficas, había empezado a verlas en casa de mis padres, con los que vivía, con el consiguiente riesgo de que me "pillaran". Al principio veía las películas que uno se puede encontrar habitualmente en un videoclub normal, es decir, películas heterosexuales, casi todas iguales o muy parecidas. Luego empecé a frecuentar los sex-shops donde podía encontrar, películas heterosexuales más fuertes, grupos, gays, y incluso de zoofilia. Casi siempre me masturbaba mientras veía las películas. Al principio envidiaba a aquellos chicos que tenían relaciones con chicas fastuosas. Ver cómo se les chupaban sus penes, cómo las penetraban, tanto vaginal como analmente, me excitaba lo indecible. Poco a poco, sobre todo tratándose de grupos en los que ...
... había muchos más chicos que chicas, empecé a envidiar a las chicas, por la enorme cantidad de relaciones con distintos chicos que podían tener en una sola sesión y por la actitud pasiva que podían adoptar, dejando hacer a los chicos. Aquellas chicas eran capaces de sentir placer por todos sus agujeros; de introducirse (o que les introdujeran) enormes penes que una vez eyaculaban, eran reemplazados por otros tan grandes como los anteriores pero con el vigor totalmente intacto. También empecé a sentir curiosidad por saber qué se podía sentir teniendo un enorme pene en la boca, cuál sería su textura, su olor, su sabor, su tacto y sobre todo qué se sentiría al verse bañado por una lluvia de esperma caliente y denso, qué sabor tendría. Por esta razón, además de masturbarme tocándome el pene, comencé a tocar mi ano con el dedo, a introducirme el dedo y finalmente a penetrarme con diversos objetos. También me chupaba el dedo antes y después de introducírmelo, al igual que hacia con los "juguetes". Mi favorito era un bote de champú suavizante que tenía un largo y grueso cuello que terminaba en un tapón redondeado. La primera vez que jugué con él me parecía imposible que pudiera introducírmelo, pero con el tiempo, mi ano se fue dilatando y un día, para mi sorpresa, aquel tapón se introdujo totalmente dentro de mi ano produciéndome un increíble orgasmo. Mas tarde conseguí introducirme no sólo el tapón sino todo el cuello que lo seguía. También me gustaban aquellas películas en las que ...