Hago lo que sea por una pija
Fecha: 30/10/2017,
Categorías:
Infidelidad
Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
... decía el moreno mientras me ensuciaba las manos con su leche y jadeaba satisfecho. De repente me levantó de los hombros y me subió la musculosa para que su carne, en cuanto siente el tacto de mis tetas comience a derramar su semen entre ellas y mi corpiño. Claro que ni les recibí el dinero! Todo fue tan rápido que me limpié las manos en la camisa del conductor y me bajé como una nena que terminaba de cometer una travesura. Me arreglé la ropa cuando la cola de autos volvía a moverse, y entré al mini market. No sé cómo, pero eran las 7 de la tarde. Me pedí un café con un alfajor y me senté en una mesita dispuesta a mironear. Ahora estaba más calentita que antes, por lo que no tardé en descubrir a mi nueva presa. A dos mesas de la mía, un pelado cuarentón no me quitaba los ojos de encima. Yo ya no podía con los latidos impertinentes de mi clítoris. Por eso dejé que algunas gotitas de café se caigan de mis labios, me lamía los dedos y saboreaba la cucharita, me sacaba las miguitas de alfajor de la remera como para que me mire mejor las tetas, y no paraba de sonreír. Vi que en un momento se sobó el bulto, y yo hice lo mismo con mi entrepierna. Recordé que hacía dos días que traía la misma bombachita, y sentí que me mojaba más aún. Sabía que mi hombre no soportaría tanta espera. Pronto se levantó de su mesa y apoyó sus manos en la mía. Me saludó apretando los dientes y me preguntó la hora. Como no uso reloj, me puse de pie para sacar el celu de mi bolsillo, y me bajé un poco el ...
... shortsito. Además le rocé el ganso fingiendo que perdía el equilibrio por lo resbaloso del piso. No sé cómo hizo para tocarme una goma entre tanta gente curiosa! Entonces me ofreció compartir un cigarrillo afuera. Pagó la cuenta y salimos. Mientras fumaba le dije que tenía 25, que me dicen Anto y que no tengo novio. Me sentí bien sabiendo que no era verdad. Al fin y al cabo, él ni se interesaba por mí. Cuando dijo que iba al baño le hice caso a mis instintos de hembra, y lo seguí. Por suerte no había nadie. Apenas cerró la puerta, en la antesala de los cubículos le bajé pantalón y slip, le olí y lamí la puntita de la pija, me incorporé para que me coma la boca, y volví a idolatrar su carne con mi aliento, mi saliva y mi garganta. Como la tenía larga y finita, se escabullía con facilidad, y rozaba mi campanilla. El turro me apretaba el cuello, me arrancaba el pelo, me amasaba las tetas entre jadeos y bocanadas entrecortadas, y hasta me quemó la mano con su cigarro. Cuando supe que su polvo cubriría mis papilas gustativas, me puse de pie y le dije: ¡pajeame perro, dale, tocame la bombachita, y después olete la mano! El pelado lo hizo embelesado, y solo consiguió meterme un dedo en la vagina, ya que yo le cerraba las piernas con histérica fascinación. Apenas se olió la mano me empujó para que vuelva a mamarle el pedazo, y esta vez no pude retrazar el terrible espasmo de leche que conquistó hasta mis pulmones. Me ahogué como una boluda, tuve un ataque de tos y me salía leche por la ...