Amor al trabajo
Fecha: 10/04/2019,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: jorisa, Fuente: xHamster
Un cómplice no es fácil de encontrar, y Julia, al rechazarme se negaba a sí misma la posibilidad de ser feliz. Sólo conmigo, pensaba yo, ella podría ser ella, pues en una sociedad de machos pocos hombres soportarían que su compañera tenga sus mismos antojos sexuales, pero yo sí. Quizás por sentirme incluido en sus fantasías o el deseo de que los demás conozcan el origen de mi felicidad. Lo cierto era que extrañaba estar tenso ante sus inesperadas ocurrencias.El nombre del bar en un lujoso hotel brilló en mi cel, el mensaje decía que si quería gozarla fingiera no conocerla y que la obedeciera en todo sin reclamos. Mi excitación duró todo el camino, y más.Coctel en su mano. Ropa fina. Olor caro. Sonrisas e insistencias. Verdaderos desconocidos entre ella y yo. Su delgado brazo cruzó entre ellos y jaló mi corbata. “Mejor me voy contigo”. Algunos protestaron. “Y ellos?”, pregunté. “Si no se pelearan los complacería a todos, pero como son unos envidiosos no obtendrán nada, tú sí, porque se ve que quieres conmigo y no repelas”. El cambio de actitud fue notorio, hasta pidieron la master suite, cena y champaña. La seguíamos expectantes. Después de pararse en la cama como si fuera un escenario y de pedir que nos sentemos donde pudiéramos, nos modeló su vestido. Se lo levantaba de repente para mostrar sus largas piernas o lo ceñía para que resaltara la brevedad de su cintura y sus nalgas. Nos ordenaba que le dijéramos qué queríamos hacerle, que nos sacáramos la verga y nos ...
... masturbemos mientras ofrecía su show. Preguntó si queríamos verla sin ropa. Y apareció ella.Bajó de su pedestal y se dejó manosear, a algunos le ponía las nalgas en la cara, a otros le acariciaba los huevos y a los más afortunados se los lamía. De repente se separó de nosotros y, en medio de la estancia se arrodilló poniendo su cara al piso. Nos ofreció su tafanario con todo descaro sicalíptico a fin de que uno por uno lo usáramos al antojo, siempre y cuando nuestro afán acabara sobre ella, lo extendía como si de crema para el cuerpo se tratara.Otras veces, con ropa y olor a teibolera, recorría la entrepierna de obreros amontonados en los vagones del metro y se entregaba al desamparo de sus manos bruscas. No cobraba, sólo a mí, cuando quería sentirse una puta de verdad, y con ese dinero me invitaba a cenar —donde no cabía palabra indecente—, o compraba lencería o juguetes que satisficieran mis instintos voyeristas y su anhelo exhibicionista —donde cabían todas las palabras impositivas y humillantes que se me ocurrieran.Pero algo me pasó. Empecé a salir con otras chicas y a cometer errores, quizás a propósito, para probar si ella resistiría lo mismo que yo, o tal vez era la sensación de que todo lo que habíamos hecho juntos había sido en función a ella, quizás inconscientemente quería castigarla por ello. Pero me salió el tiro por la culata:;.,_,…---————---+%/|*!”””””°°°°° °,° °’° ‘’’’´´´’’’’’’]¨¨*°“¨´”°*…* +++Escuché por ahí que Julia ya tenía novio. En nuestro juego yo podía soportar ...