La historia de mi esposa y yo
Fecha: 20/03/2019,
Categorías:
Anal
Sexo Oral
Autor: Thomas, Fuente: CuentoRelatos
Nos conocimos cuando éramos estudiantes universitarios y me flechó desde el momento en que la vi. A pesar de ser una fría noche invernal, llevaba puesta una especie de sweater largo, emulando una minifalda, color verde olivo que combinaba a la perfección con su largo y rubio cabello que lo tenía poco arriba de la mitad de su espalda. La invité a bailar y gustosa aceptó. Esa noche yo buscaba una movida, pero ella era diferente: era para considerarla como compañera de toda la vida. Se le sentía lo fino y su educación. Al poco tiempo de conocerla, le pedí que fuera mi novia. Ella le dio largas al asunto y me trajo arrastrando poco más de un mes. Durante las vacaciones de primavera, fuimos a pasar unos días a nuestra ciudad natal (ambos somos de la misma ciudad), donde finalmente me dio el ansiado sí. Cuando regresamos a la universidad, días más tarde, el noviazgo comenzó a desarrollarse de una manera normal con besos aislados, agarraditas de la mano y las típicas (y tímidas) caricias ya que se trataba de una muchacha algo santurrona, de sólidos principios familiares y basta solvencia económica, al menos, eso aparentaba. Yo no pintaba mal, me consideraba un buen partido, pero sucedía que siendo de la misma ciudad teníamos algunos amigos en común, pero extrañamente, jamás la había visto. Las caricias y los besos fueron subiendo de intensidad, especialmente al irla a dejar a su apartamento, dentro de mi automóvil. Sin transgredir aún su intimidad, una noche comencé a frotarme la ...
verga con el pantalón mientras nos besábamos, sin que se diera cuenta, y tuve una fabulosa eyaculación algo difícil de disimular. Un día, la invité a cenar a mi apartamento y gustosa aceptó. Mis compañeros de cuarto habían salido y todo estaba ideal para llevarla a la cama, pero no sabía bien cuál sería el mejor método de convencimiento, algo adecuado para no faltarle al respeto. Según yo, la respetaría hasta el momento del matrimonio Estábamos viendo la televisión y comenzaron los calientes manoseos. Por primera vez, pude ver sus bellísimas tetas y acariciarlas, pero continuábamos vestidos. Fue en una de las vueltas, que ella metió su mano debajo de mi pantalón y comenzó a masturbarme, sin ver mi pene, pero lo hizo con maravillosa destreza. Sacó su mano y la limpió en una servilleta. 4 Ya “enfriado”, fui al baño y me cambié de calzoncillos limpiándome lo mejor que pude. Su atrevimiento no pasó a mayores, pero aquella grácil y hermosa muchacha iba en serio. A ella pareció no importarle mucho haberme masturbado. No vio mi pene, pero sintió su tamaño, que está dentro de lo que puede llamarse normal, 6.5 pulgadas erecto. Acababa de terminar un largo noviazgo. Yo conocía a su ex y se trataba de un muchacho de mi edad, pero por lo que me platicaba ella, se trató de una relación que se volvió rutina y estaba plagada de diferencias y peleas. Se refería a un amigo o pariente de Chihuahua, un tal Fernando, con especial cariño, quien la visitaba cuando ella estudiaba en la CDMX. Yo ...