1. Quedamos solos en casa.


    Fecha: 19/03/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    Viajaste, por trabajo, a mi ciudad. Mi hermana me avisó por teléfono de tu visita, claro que ni ella, ni yo a esa hora, sabíamos que mi marido, Ariel, también se ausentaría hasta el día siguiente. Puesto que esa mañana mis hijos viajaban con los abuelos, por 3 días, a un parque acuático y termas, debería haber cancelado tu venida a casa. No lo hice y así nos fue. Llegaste a eso de las 19:30 hs – temprano para cenar – nos sentamos en el living, en sillones enfrentados y sendas tazas de café. No necesito mucho tiempo para que mi piel “despierte” sensibilizada por las atenciones, patentes, claras y sin mucha cautela, de tu mirada recorriéndome de pie a cabeza, con evidentes pausas en mis piernas que, a poco, parecen haber cobrado vida propia, las separo, las junto, las cruzo y las descruzo sin pensarlo. Hace calor, te ofrezco una cerveza fría y voy a la heladera por ella. Alcanzo a apoyar la botella en la mesada de la cocina, para buscar las jarras y percibo tu nariz en mi nuca, tu respiración en mi cuello y tus manos en mi cintura, te pegas a mí, no puedo dejar de notar tu erección entre mis nalgas, aspiras con fuerza, me besas el cuello y tus dedos trepan hasta mis pechos. Me encantan tus caricias y mi cuerpo encaja a la perfección con el tuyo. Me siento tan cómoda y halagada que ni siquiera protesto para simular rechazo a la indecorosa situación entre cuñados. Giro, lentamente hacia vos y te beso de manera desaforada. Tus manos recorren mi espalda, sobrepasan las caderas y ...
    ... aprietan con fuerza mis glúteos, siguen el descenso, levantan mi pollerita, regresan a las nalgas, me levantan, se corren a las piernas obligándome a abrirlas alrededor de tu cuerpo y, sin separar tus labios de los míos, te encaminas al dormitorio. Te dejas caer conmigo sobre el colchón, la tenue luz que se filtra por la puerta abierta, nos alcanza para, recíprocamente, emprenderla con botones y cierres y deshacernos de las prendas exteriores y zapatos. Aprovecho que te levantas, para terminar de quitarte el pantalón, para abrir la cama y deslizarme bajo la sábana. Me sigues y tu mano derecha, mientras me besas apasionadamente, se entretiene con mis senos, mi vientre, mis nalgas y mi entrepiernas, por arriba y por debajo de mi bombacha. Mi izquierda, por deber de reciprocidad, hurga en tu pecho, acaricia tu bulto por sobre el slip y, por fin, juguetona, rodea tu miembro increíblemente erecto. Los gemidos entrecortados viajan en las dos direcciones. Debería haber encendido la luz y el aire acondicionado. Hace calor, transpiramos copiosamente. Me despojas de corpiño y calzón y te quitas tu slip. Te susurro que en la mesa de luz puedes encontrar condones. “¡Pobre Ariel! Le vas a usar la cama y sus preservativos” pienso con un destello de remordimiento – que se diluye al instante-. Es que, con tus ojos en mis ojos, como midiendo mi grado de excitación, te calzas el “globito”. El deseo me arrebata, cautiva mis sentidos. Acomodas tu cuerpo sobre el mío y, con calma, tu miembro frente ...
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