Kilómetro 495
Fecha: 05/09/2017,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... la primera frase. -¿Para dónde vas guapo? - Preguntó, intentando disfrazar su voz de niña con un tono sensual. -Voy a Tijuana, a entregar una mercancía. ¿Y tú? - Contesté, sin poder evitar mi nerviosismo. -Que casualidad, yo también voy para allá. Me vas a dar un aventón, ¿verdad? - Dijo emocionada y ya con un pie en el escalón a la cabina. -Si. - Fue lo que salió de mi boca, aún cuando lo que me decía mi cabeza, era que me negara. Saqué las llaves y abrí la puerta. Ella subió primero, mostrándome sus diminutas bragas. Ver ese delgado trozo de tela perderse entre sus nalguitas, terminó de ponerme como piedra. Poco me faltó para tomarla por la cintura, y hundir mi rostro en ellas. Afortunadamente pude controlarme. No habría sido buena idea, hacerlo afuera de una cafetería. Subí también y me senté a su lado, detrás del volante. Encendí el trailer y continué mi camino, con una sensual jovencita como compañía. Las rayas blancas que separan los carriles, pasaban a grandes velocidades, tan rápido como la desvestía en mi mente. Si quería que mi verga regresara a su estado de calma, lo más lógico era que pensara en otras cosas, pero simplemente no podía. La forma en que estaba sentada, tampoco me lo facilitaba. Tenía las piernas sobre el tablero, un tanto separadas. La falda, por el ángulo formado, se deslizaba un poco hacia su cintura, dejando buena parte de sus muslos a la vista. No eran las piernas impresionantes de una mujer espectacular, ni mucho menos, muy delgadas e ...
... inclusive con algunos moretones, pero para mí eran una tentación cada vez más difícil de resistir. De vez en cuando, como de manera accidental, cuando el vehículo daba un pequeño brinco, rozaba su entrepierna. Ella miraba por la ventanilla, aparentando indiferencia ante la situación, pero estaba seguro que todo lo hacía para provocarme. El pensar que siendo apenas una niña, y a pesar de que yo no era más que un viejo sin suerte con las mujeres, me estuviera coqueteando con aquel grado de malicia, me calentaba mucho más. La polla me dolía bajo los pantalones. Necesitaba desahogarme de alguna manera. Lentamente, intentando que no se fuera a dar cuenta y me lo impidiera, estiré mi brazo para tocar su pierna. Cuando la yema de mis dedos se encontraba a unos cuantos milímetros de su piel, levanté la mirada. Ella me estaba viendo y no me había percatado. Su gesto de niña buena, hizo que devolviera mi mano rápidamente. No dijo nada, ni un reclamo ni una aprobación. Me concentré de nuevo en el camino. Mi excitación no daba muestras de bajar. Por un buen rato tuve la vista puesta en la carretera. Ninguna de las posiciones, que de seguro ella adoptaba, logró llamar mi atención. Aún así, mi miembro seguía duro. Era como si hubiera regresado a la adolescencia, a los días que te la pasas empalmado, sin razón aparente y contra tu voluntad. Podía mostrar indiferencia, pero el bulto bajo mi cintura me delataba. La muchachita cambió su estrategia de seducción. Me atacó por ese lado. Cuando menos lo ...