Amándonos con mi mejor amigo
Fecha: 05/02/2019,
Categorías:
Jóvenes
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Mi mejor amigo, Agustín, es un año mayor que yo. Juega al rugby por lo que tiene una espalda grande y es bastante fuerte. En lo demás, tiene ojos pardos y el pelo castaño. Lo conocí a los 12 años en una salida con amigos. Los dos super inocentes y tiernos. Cuando salí de la casa de mi amiga, mi mamá fue caminando a buscarme, ya que mi casa quedaba cerca. Fui una de las primeras en irme y, para mi sorpresa, cuando llegué a mi casa él iba en el auto y se bajaba en la cuadra siguiente. No sé como nos hicimos tan amigos, pero teníamos una confianza sin igual. Como soy hija única él venía a mi casa todos los días mientras mis papás trabajaban. Me hacía bien verlo y hablábamos de todo juntos. Casi siempre yo me sentaba en sus piernas y él me acariciaba, mientras le contaba algún recuerdo triste o alguna anécdota despampanante. Imposible se me hacen olvidar aquellas tardes o medianoches de mates en mi terraza. Siento que gracias a él, nunca me acostumbré a estar sola, ya que mis papás vivían viajando por trabajo o fuera de casa. Yo era castaña, de ojos verdes y un poco petisa, y tenía lolas bastante grandes. Él me lo decía seguido. Cierto día fuimos a mi quinta, a las afueras de la ciudad. Cocinamos juntos y hablábamos frente al agua de la piscina. Yo tenía 16 y él 17. Lucía una bikini de triangulitos, roja, que dejaba ver un poco mis pechos. Pero, después de todo, estaba en confianza. Un tema llevó al otro y comenzamos a hablar de sexo. Yo no tenía nada que contarle. Me ...
... preguntó si alguna vez me había masturbado. Con cara de asco le dije que no, pero no pude negarle a través de mis ojos que me llamaba la atención. Me acosté en el primer escalón de la pileta, para tomar sol. Él me siguió. Se acomodó sentado detrás mio, abrazándome por la cintura y dejando rozar mi cola con su entrepierna, mi espalda con su panza y mi cabeza con su pecho. Me puse un poco nerviosa, pero me gustaba estar así, cuerpo a cuerpo. Comenzó a masajearme la cintura, después las piernas que las tenía semiabiertas y al lado de las de él. Se hizo un minuto de silencio en el que dejó de tocarme y al rato sentí que sus dedos invadían mi entrpierna, en ese entonces suavecita y tierna. Frotaba sus dedos sobre mi bombachita y no decía nada, solo me miraba. Un suspiro salió de mi boca, sin pensarlo. Por nervios quise moverme de la situación, pero solo me salió sentarme sobre una de sus piernas, por hábito, por costumbre. Comencé a besarlo apasionadamente, con una lengua inquieta e incontrolable. Él me respondió de la misma manera, sentándome de frente a frente a él y haciendo que su pene rozara contra mi vagina virgen. Me agarró de la cola y me llevó a una reposera en el costado de la pileta. Me sacó la parte de abajo de la bikini y me empezó a dar masajitos suaves en mi conchita, frotando y apretando casi al mismo tiempo. Yo, con mis piernitas abiertas no dejaba de exitarme cada vez más. Solté un gemido, cuando de pronto sentí su lengua contra mi clitoris, en círculos y lineas. Él ...