El taxista
Fecha: 11/01/2019,
Categorías:
No Consentido
Infidelidad
Autor: FilosofoAullado, Fuente: CuentoRelatos
Eran alrededor de las dos de la mañana. Hacía mi turno nocturno como de costumbre en un taxi que rentaba apenas hacía unos meses. Era más que nada un trabajo temporal en lo que, según yo, salía de mis deudas y pagaba mi universidad. Andaba todo el tiempo desvelado, en la mañana mis clases de biología y en la noche el taxi. Gracias a la cocaína, no le mentiré querido lector, gracias a la cocaína podía sobrevivir. Sé de otros taxistas que consumen incluso «cristal», a mí no me gustaba el efecto paranoico que podía provocar. Yo controlaba, según mi punto de vista, mejor el efecto de la cocaína que sólo me mantenía alerta y despierto. Me llegó un llamado para ir a una colonia de mala muerte en Morelia. No sabía muy bien si tomarlo o no, pero lo hice y esa pequeña, pero significativa decisión, me provocó vivir una de las mejores experiencias de mi vida. Entré a esas calles con precaución y cautela, alerta a cada sombra, a cada movimiento. No traía armas, sólo una navaja suiza que servía también para mis campamentos y mis prácticas de campo. La vida era un asco, en realidad no me preocupaba perder la vida, sólo me preocupaba que me robaran el coche y tener que pagarlo yo, para hacer de mi existencia un infierno aún más caliente. Llegué a la casa y pité como es común en esos casos. Salieron dos chicos completamente ebrios, tambaleándose. No les distinguí la cara hasta que estuvieron cerca. Era un chico alto y delgado, pelón y bastante borracho. La chica era chaparrita, bonita, con ...
... unos ojos preciosos. El chico ayudó a la chica a subirse en el asiento trasero, pero ella insistió en que quería viajar adelante. Así que subió adelante, en el asiento de copiloto. El tipo me dio una dirección y unas señas para dejar a la señorita en su casa. Así la llamó, «señorita». Se despidieron de un beso en la boca, cerró la puerta y arranqué. ¿Es tu novio? Pregunté. Desgraciadamente, contestó ella. ¿Por qué desgraciadamente? Pregunté con una sonrisa. Es un imbécil, replicó ella. Noté como sus palabras se barrían; no lo había notado de entrada pero la chica estaba al menos tan ebria como su novio. En cada farola sus ojos brillaban como los de un gato; eran unos ojos preciosos, con un iris color miel. Sus pestañas eran gruesas y caían como persianas persas cada vez que cerraba los ojos por sueño o aburrimiento. Sus labios pequeños y acorazonados se veían mojados y luminosos, perlados todavía por el whisky. No pude evitar ver sus piernas, traía falda y sus piernas eran gruesas con unos tatuajes tribales que recordaban, sin lugar a dudas, tiempos mejores. ¿Y qué dice la vida de taxista? Soltó como un disparo, haciéndome salir de mi hipnosis. Bien, bien, aunque sólo lo hago para pagarme la escuela, estudio biología. ¿Entonces te gusta la marihuana? Me preguntó. No, no, a muchos de mis compañeros sí, yo no consumo nada. A mí no tienes por qué engañarme, me dijo, se te notan los ojos rojos; no me espanto, yo estudio filosofía. Enseguida soltó una risita cómplice, se me hizo ...