Con uno de mis amigos de la adolescencia - Segunda parte
Fecha: 19/10/2017,
Categorías:
Gays
Confesiones
Autor: buitrepanda, Fuente: CuentoRelatos
- “Ahora vos quedate quieto. Dejame a mí.”, me dijo Se levantó, fue al equipo de audio, lo prendió, colocó un pendrive con música y puso un tema lento de los 70’s que me encanta de Lobo: “No esperes que sea tu amigo” (Don’t expect me to be your friend”). - “Vení Carlitos… bailemos un poco. ¿Querés?” - “Sí. Me encantaría!” le respondí y rápidamente me dirigí hacia él, que me esperaba con toda su desnudez. Lo tomé de la cintura con mis manos y él de la mía. Dimos los primeros pasos de baile, muy cortitos, que era como si no estuviéramos bailando. De a poco, fuimos acercando nuestros cuerpos hasta quedar pegados. Yo, vestido, él desnudo. Nos besamos suavemente al comienzo, para paulatinamente, hacerlo en forma cada vez más apasionada. Nuestras manos recorrían nuestros cuerpos. En eso, él me hizo girar y empezamos a bailar pegados mi espalda contra su pecho. Por supuesto que de inmediato sentí su pedazo desnudo contra mi cola “vestida”, mientras sus manos me acariciaban, por sobre mis ropas, el pecho y los genitales. Me besaba la nuca, ponía su dura lengua en mis orejas. Yo explotaba, moviendo y apretando mi cola contra su pene, ardiendo de deseos. - “¡¡Cuántas veces pensé en esto en aquellos días, y con esta canción!!”, me comentó. Dicho esto empezó a desabrocharme la camisa primero, luego me la quitó, hasta que mi espalda desnuda quedó contra su pecho desnudo. Yo giraba mi cabeza para que nuestras lenguas entraran a jugar dentro de nuestras bocas. Sin dejar de besarnos comenzó ...
a aflojar el cinturón del pantalón, para luego bajarme el cierre de la bragueta. Como me seguía moviendo como gata en celo contra su pedazo, el pantalón cayó solo al piso, quedándome con mi bóxer apretando su duro tronco. Con mis propios pies me fui sacando los mocasines. Cuando me los saqué, agaché mi torso sin desprenderme de su pedazo contra mi cola, me quité el pantalón y empecé a bajarme lentamente el bóxer, sin dejar de refregar mi cola contra su pene, hasta que sentí la punta del tibio pedazo de Eduardo justo donde estaba mi ansioso ano. Ahí dejé caer mi bóxer, levanté un pie y luego el otro hasta dejarlo en el suelo, giré sobre mí mismo y quedamos con nuestros cuerpos pegados. Pecho contra pecho, pene contra pene. Alcé mis brazos, le tomé sus mejillas con ambas manos, le acerqué su boca a la mía, metí su lengua dentro de la suya y comenzó a “chuparme” la lengua, como si fuera mi pene. Sus manos agarraron mi tieso pedazo, y comenzó a masajearlo muy lentamente, sin dejar de mirarme a los ojos. Me besó ambos lados del pescuezo, mi garganta, mis tetillas con su lengua y mordiéndomelas un poquito, y se fue agachando, sin dejar de besarme el abdomen, el ombligo con su lengua, mis pendejos hasta llegar a su meta: mi dura, y ya, hirviente pija. Se arrodilló, dejó de masajeármela, me miró nuevamente, y sin dejar de hacerlo, se la fue metiendo muy lentamente dentro de su boca. - “¡Aayy, Carli, que deliciosa tu pija!”, y me pasó su lengua por todo el tronco, el glande, y se la ...