Confesión de un infiel
Fecha: 18/10/2017,
Categorías:
Infidelidad
Hetero
Autor: AMorboso, Fuente: CuentoRelatos
... la otra. No era una mamada como las que me hacían las putas, pero la chica ponía interés y yo estaba muy necesitado por lo que me estaba sabiendo a gloria. Tanto, que a los pocos minutos le avisé que me corría. Ella se metió un poco más la polla y se puso a succionar con rapidez. Me corrí con un largo gemido mientras ella se tragaba mi leche. -AAAAAHHHHH SIIIIIII. No dejó perder ni una sola gota. Luego, cuando ya no consiguió sacarme más, volvió a lamerla y la secó con un pañuelo de papel. -¿Le ha gustado, Don Roberto? ¿Se lo he hecho bien? –Me dijo al tiempo que me pajeaba suavemente. -Sí, Susana, me ha gustado mucho. Muchas gracias. -Parece que estaba usted muy necesitado. -No lo sabes bien, Susana. No lo sabes bien. -¿Quiere más? Ya sabe usted, Don Roberto, que me tiene a su total disposición para lo que desee. -No, gracias. Ya está bien. Susana: ¿Tienes novio? -Tuve uno hasta hace seis meses, pero lo dejamos. Ahora no tengo a nadie. -¿Te acostabas con él? -No. Solamente le hacía lo mismo que le he hecho a usted. Mientras, el me acariciaba hasta que se corría. -¿Tú también te corrías? -A veces sí. Otras no me daba tiempo y me lo hacía yo. A él le gustaba mirar cómo me lo hacía. -Seguiremos hablando. Ahora me tengo que ir a trabajar. Me ayudó a ponerme la ropa y recoger mi polla, que estaba nuevamente morcillona, y volví al trabajo, esta vez muy satisfecho. Cuando fui a comer, Susana estaba esperándome en la entrada de la casa y nada más verme, me preguntó: -Don Roberto. ...
... ¿Me necesitará esta tarde para seguir con lo que dejamos pendiente? No me esperaba algo así, pero reaccioné rápidamente. Quedé con ella en la puerta de mi nuevo piso-picadero a las cinco de la tarde y me fui a casa. Después de comer, me acerqué a mi mujer para acariciarla, iniciando una nueva y breve discusión que termino en una retirada de palabra por parte de ambos. Cerca de la hora, me puse un chándal y rompí el silencio para decirle que me iba a correr un rato para despejarme. Lo hacía muchas tardes, por lo que no resultaba extraño, pero ella, que estaba sentada leyendo un libro frente a la televisión, no me dijo ni adiós. Tampoco me preocupé. Fui directamente a mi nuevo piso, donde ya me esperaba Susana en la puerta. El piso lo había amueblado con lo más imprescindible: La cocina con nevera (hielo y café), los dos baños completos, el dormitorio completo, con un gran armario lleno de toallas y sábanas, y, entre otras cosas, disponía de una enorme cama de matrimonio y el salón con dos sillones, un sofá, una mesa de centro y otra para poner la tele, si algún día me decidía. Le enseñé la casa, aunque no había mucho que ver, terminando en la entrada del dormitorio. Me encontraba muy cortado y no sabía cómo actuar, pero fue ella la que decidió. Susana tomó mi mano y fue llevándome hasta la cama, donde nos detuvimos, aprovechando ella para soltar la cinta de mi pantalón y dejarlo caer, liberando así mi erección que se me había puesto como una piedra desde el momento que salí de ...