1. Una tarde insospechada


    Fecha: 15/10/2017, Categorías: Incesto Hetero Autor: JAMES ALTON, Fuente: CuentoRelatos

    No sabía que al entrar esa tarde por la puerta de mi casa, después de un largo y duro día de trabajo, algo sorprendente me esperaba. Mi prima no llegaría hasta bastante más tarde, así que disponía de un tiempo de tranquilidad. Me quité la ropa y los zapatos pero como pensaba darme una buena ducha no me vestí. Fui a la cocina, abrí una lata de cerveza y la bebí tranquilamente sentado en mi banqueta azul. Miré el reloj y apuré el último trago; aún tenía tiempo de darme una ducha, antes de que llegara. Habíamos quedado esa tarde para darle unos documentos. Vendría un minuto y se iría deprisa a no sé dónde. La verdad es que yo prefería no verme a solas con ella, su presencia siempre me azoraba y producía una gran tensión erótica (algo que quería evitar a toda costa). Veinticinco años, un cuerpo femenino bien torneado, un hablar dulce y cariñoso... mejor no tentar a la suerte. Aunque la verdad es que ella jamás demostró el más mínimo interés en algo que fuera más allá del cariño puramente familiar. Aún no había terminado de quitarme todo el champú de la cabeza, cuando sonó el timbre de la puerta. Me quité rápidamente el jabón que resbalaba por mis ojos y busqué una toalla. No había ninguna de ducha y tuve que usar una de mano. Intentaba secarme mientras el timbre volvía a sonar. ¡Coño, será ella, se ha adelantado! No tengo tiempo de ir a la habitación a por ropa. Yo y mi maldita costumbre de entrar en la ducha sin la muda ni nada. A toda prisa me dirigí a la entrada y aún muy ...
    ... mojado y con el pelo chorreando agua, abrí la puerta y allí estaba ella, vestida con su abrigo, su bufanda y ese gorrito de lana que la hacía la carita tan deliciosa. Como si fuera la cosa más normal del mundo, nos saludamos, nos dimos los dos castos besos de costumbre en la mejilla y entró. La toalla que me cubría era muy pequeña, apenas abarcaba mi cintura. La anudé a un lado como pude, pero dejaba ver casi todo el muslo. Entramos al salón charlando amigablemente hasta llegar a la mesa donde tenía los documentos que le había preparado. Se los di diciéndole que los leyera tranquilamente en su casa y firmara en los lugares que yo le había marcado con lápiz. Le había preparado todo de tal manera que pudiera irse inmediatamente, sin perder tiempo. Deseaba que se fuera ya, la escena me resultaba muy violenta y se veía que a ella también. Estábamos solos, ella enfundada en su abrigo, con gorro y bufanda y yo empapado, con restos de jabón y prácticamente desnudo. Cuando iba a despedirla me dijo que se sentía insegura sin leer un poco los papeles o al menos llevárselos firmados, así que tuve que volver a abrir la carpeta, ponerla en la mesa y buscar las marcas de los lugares donde debía firmar. Estaba tan nervioso que temblaba y mi corazón latía cada vez más fuerte, a la vez que la respiración se hacía más rápida. Sin que me percatara, el improvisado nudo de mi única prenda se fue deshaciendo e inopinadamente cayó al suelo, dejándome en cueros. Mi reacción inmediata fue agacharme a ...
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