1. La puerta de la vecina


    Fecha: 16/04/2024, Categorías: Confesiones Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    La interrupción frustró mi sueño y me molestó bastante, pero opté por dejarlo pasar y tratar de volver a dormir. Pero me frustré otra vez cuando empecé a escuchar un sonido ligeramente familiar, un golpeteo constante. Luego, unos gemidos femeninos muy fuertes, que acompañaban el ritmo del golpeteo.
    
    Tardé unos minutos en procesar lo que estaba pasando. Cuando sentí mi erección tratando de romper mis boxers, entendí todo. Esos malditos departamentos modernos con paredes más delgadas que una rebanada de jamón eran los culpables. Yo tenía bien fija la imagen de la vecina en mi mente: un poco alta, de cabello lacio y hasta media espalda, tetas bien paradas y un culo en forma de corazón que normalmente lucía mejor con esas falditas veraniegas que tanto usaba. Sus piernas delataban de inmediato la afición por la bicicleta, y las caderas tenían un swing natural, hipnótico. Traer esa imagen a la cabeza me hizo hervir todo el cuerpo.
    
    De mi afición por mis películas de espías recordé el viejo truco del vaso de vidrio en la pared. Tal cual lo esperaba, esos gemidos lejanos se acompañaron de inmediato de jadeos y algunos otros sonidos que evidenciaban el baile de dos cuerpos. Imaginarla a ella y a su novio, un tipo atlético, levemente marcado y con algunos tatuajes, penetrándola me parecía lo más erótico que había presenciado ¿o imaginado? en mi vida.
    
    Me acomodé para oír mejor mientras me sacaba el pene para masturbarme, pero desgraciadamente el gusto me duró muy poco, pues ...
    ... se quedaron callados casi de golpe. Alcazaba a oír también el ruido de una tv, pero nada más. Me quedé fantaseando mientras frotaba el largo de mi carne y todavía más frustrado.
    
    Luego de unos minutos volví a escuchar unos gemidos, más apagados. Rápidamente tomé el vaso y me puse a la escucha. Adiviné. Ella estaba tragando la verga que momentos antes taladraba sus genitales. Imaginaba esa verga totalmente empapada, entrando y saliendo violentamente de esa boca que no hacía más que salivar más y más. Un momento de silencio y nuevamente otra ruidosa penetración. Como si de una alarma se tratara, salí corriendo de mi departamento, casi desnudo, a escuchar directamente de la puerta de la vecina. Se oía todo mucho más nítidamente, y yo sólo me ocupé de imaginarla en cuatro, sentada en la orilla de la mesa, acostada con las piernas coronando esa vulva húmeda, cabalgando o desafiando a la gravedad con sus piernas apretando el torso de su macho. Mi mano apretaba mi verga, mientras trataba de controlar mi respiración, que de a poco se alineaba con la de mis vecinos. Ahogué el sonido de mi orgasmo mientras ella soltaba una última sílaba de placer.
    
    Al segundo entré en razón y dado el peligro, regresé de inmediato a mi departamento, con el corazón casi reventado por la adrenalina y la excitación. Fue de lo más placentero que había vivido, mi pene, ligeramente flácido, aún palpitaba para sacar las últimas gotas de mi esperma. Creo que dejé alguna mancha inexplicable en la pared del ...
«12»