Angel de la guarda (I)
Fecha: 01/09/2017,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
La situación económica del país estaba muy difícil y me vi en la necesidad de trasladarme a la capital en busca de mejores oportunidades de trabajo. Soy ingeniero civil y durante varios años he trabajado como profesional independiente, no me iba tan mal que digamos; pero de un tiempo atrás las cosas desmejoraron ostensiblemente, por lo que decidí que había llegado la hora de sacrificarse un poco y buscar nuevos horizontes en otro lugar donde teóricamente las oportunidades son más y mejores. Tuve la suerte de llegar a la gran ciudad y casi de inmediato encontrar trabajo con una remuneración aceptable para mis expectativas, además de haber establecido contacto con otros profesionales, con quienes pensaba realizar trabajos extra y aumentar los ingresos; creo que las cosas me salieron mejor de lo que las había planificado. Tres meses habían transcurrido desde mi llegada y el trabajo ya abarcaba casi el 90\% de mi tiempo, apenas me quedaba una o dos horas para dedicarle a mi pasatiempo favorito: navegar por Internet y visitar lugares como el que alberga este relato y otros de similar y variada índole, pero era, ni más ni menos; lo que yo buscaba al trasladarme. En el trayecto desde el trabajo hasta mi domicilio, casi siempre encontraba a las mismas personas; las vendedoras ambulantes, los dueños de los puestos de periódicos, la misma gente en las paradas de autobuses, por lo que me llamó mucho la atención encontrar una cara nueva y con claros signos de angustia. A su lado un ...
pequeño de aproximadamente 4 años lloraba lastimeramente y casi sin fuerza suplicaba, a la que parecía ser su madre, por un poco de alimento, mientras la mujer sollozando trataba de explicar a su retoño algo que a ellos les es difícil de comprender; no tenía los recursos para costearle un poco de comida que mitigara su sufrimiento. En derredor todos parecían expresar un mismo sentimiento de impotencia, la verdad es que la crisis azota sin piedad y se ensaña con los desposeídos y desamparados, no se hable de sus indefensos hijos. Es poco o nada lo que una persona común puede hacer para remediar la situación; casi con lágrimas en los ojos me acerqué a la madre del chico y sacando algo de dinero de mi bolsillo, se lo ofrecí sin interés alguno y le sugerí que se acercará a la expendedora de comida que estaba en la acera del frente y ambos mitigaran en algo el dolor que produce un estómago vacío. La joven madre, que parecía no ser mayor a los veinticuatro años; con más vergüenza que alegría tomó el dinero y casi corriendo tomó al nene en sus brazos para comprar un poco de esperanza. Todo pasó tan rápido que la pobre no levantó la cara siquiera y vi cómo el frágil cuerpo se dirigía a la acera del frente, no oí palabras de agradecimiento, aunque tampoco las consideré necesarias; así que como boy scout al haber realizado su buena obra del día, retomé mis pasos en dirección a la casa y me dije para sí; "ojalá que mañana todos tengamos un mejor día". Llegué al apartamento. Al entrar, un ...