La pertenencia (5) El turista
Fecha: 12/07/2019,
Categorías:
Dominación
Sexo Oral
Autor: ibarra.heber, Fuente: CuentoRelatos
Me desperté un poco antes de que amaneciera. Whatsappee con mi esposa, contándole de la lluvia, de que me mojé pero que ya todo estaba bien. Andrea se despertó. Se abrigó con calma. "Me ducharé ya, así nadie me molesta." "Dale." Ni buenos días, ni besitos ni nada. El anticlímax de la mañana después. Incluso me acordé que hace tiempo que no almorzaba con la gente del ministerio. ¿Qué mierda me importaba la gente del ministerio? Mi ropa estaba mojada, pero no tenía otra que ponérmela, por lo menos ya no estaba estilando. Ella volvió del baño con su ropa de diario y el pelo mojado, no daba señales de frío. Yo estaba tiritando en mi ropa mojada. Con 20 años de menos estaría feliz de la vida, pero a mi edad temía por lo menos un resfrío fuerte. No estaba seguro si las endorfinas de ser su dueño iban a ser suficientes. Se vistió y se arregló con cuidado mientras aclaraba. Iba a estar despejado, por lo menos en la mañana. Verla vestirse, acomodarse la ropa para lucir bien, pintarse con buen gusto, no para desfile como otras, me subió el ánimo y pensé que quizás no me enfermaría, por lo menos no hasta subir al avión. Sacó el celular que había dejado cargando y desenchufó el cargador. Ahorrativa. Era un iPhone 3, difícil de conseguir ya. Estaba al día y sabía que no hacía falta gastar en un equipo; equipo, concepto de mi generación, pudiendo reproducir desde el celu. "Quiero puro llegar al hotel y ponerme ropa seca." "Lo siento." Su cara de tristeza lo decía todo. "En la esquina ...
donde tomo mi desayuno hay un carrito de mates medicinales. Quizás te puedan dar algo." "Probaré." En los seis meses que llevaba en el proyecto algo del español local había tomado, por ejemplo el futuro imperfecto en vez del próximo. Salimos a la calle donde un viento helado se me coló entre la piel y la ropa mojada, haciéndome tiritar sin control. Ella se veía tan triste, a punto de llorar. Fuimos directo al famoso carrito. Le habló a la señora del carrito como quien le habla a un médico. Me tomé lo que me prescribió de un trago. Estaba caliente y tenía un fuerte sabor amargo y una consistencia viscosa. Me salió vapor de la boca e inmediatamente me sentí mejor. La ropa mojada era sólo incomoda. No sé si curaría el cáncer como decía uno de sus carteles, pero de que me sentí mejor, me sentí mejor. "Gracias" le dije, y por extensión a Andrea también. "Oye, muy buenas tus agüitas. Hoy nos vamos a juntar a la hora de tu almuerzo largo en la plaza Abaroa. Chao." "Chao." "No te preocupes, ya me siento mucho mejor." Volvió a sonreír después de varias horas. Nos encontramos puntualmente en el lugar señalado. Yo ya estaba recuperado y verme en buena forma le volvió la risa a su cara. Nos sentamos en un banco a comer un par de salteñas cada uno que ya tenía listas y un jugo en caja. Un contraste con invitarla a almorzar o comer, pero que a ella le hacía igual de feliz. "Parece que hoy vamos a tener buen tiempo," dije. "Que lastima," dijo con una tímida risita. "No hace falta que llueva." ...